Por Elízabeth Álvarez

 

Había remontado vuelo por tanto tiempo y subió como nunca. ¿Qué lo hacía escapar? No recordaba la realidad que lo incitó, no pensaba ni en su solitaria compañera.
     ¿Dónde estaba? ¿Sobre islas o ya en tierra firme, como suele decirse a los continentes?
     Sintió hambre y sed, buscó y rebuscó con los ojos, perdido en aquella verde-negrura de la selva. Un hilillo iluminó y bajó en busca de agua, después de refrescar comió y bebió.
     Cerró los ojos y, recordó lo abandonado, su familia, el campo espléndido con sus trinos, el sonido habitual de la Cascada de la Sinfonía y... ahora, recordaba el motivo de la huida: la Poza del Ensueño.
     “¿Por qué todos iban allí y qué de hermosa tenía y le hacía daño a él? Un pájaro de tantos colores y brillo en su plumaje, ni la Cascada de la Sinfonía le había hecho lo que aquella poza de agua brillante, era terrible tener ese sentimiento malsano que lo hizo huir de los suyos".
     La Poza del Ensueño, tranquila, rodeada por el norte y sur con dos farallones inmensos, al este la cascada que debía alimentarla y cuando el agua cae sobre las piedras hace música: Acuilázuli Acuilubrín chirri-chirri, cantarín.
     Ahora recordó su nombre Acuilázuli Acuilubrín. "Había repetido tanto aquel canto que los pocos habitantes del monte, lo llamaron así"

     Por el este empezaron a oírse voces distintas de  extraños visitantes  a ver la Poza del Ensueño y contemplar los iris que se formaban al darle la luz al agua de la cascada y ¿Qué era lo grandioso, qué veían en la poza que nunca
miraron hacia arriba cuando él la sobrevolaba?.
     "Quizás soy un feo pájaro que silba raro y mis colores no hacen contraste con el verde y el rojo y plata de los farallones desnudos”. –Pensaba.
     -¡Qué tristeza, qué envidia tan sorda me hizo dejar los míos! –se lamentaba y lloraba mientras gritaba en un vuelo.
     Ya mis pichones tienen que haber nacido y yo no podré alimentarlos ni llevarles el agua en mi buche, no les enseñaré el canto de Acuilázuli Acuilubrín pues mi hembra no canta. ¿Qué colores tendrá el macho? Me marché, cobarde de mí, temeroso y desgraciado, no recordé que la cascada me enseñó y la poza me dio agua. !Ay! ¿Mi tierra, dónde estás? Volé sin orientación y no se si podré volver.
     Lloró tanto, nadie había visto a un ave llorar así.
     -¿De qué te sirven tantos colores si no cantas y eres tan triste?. Preguntó un papagayo medo adormilado por un mediodía tropical.
     -No era triste, pero me perdí, volé sin consuelo por la envidia y ahora no se volver; vivo en una isla grande, soy un ave endémica y en peligro de extinción, solo quedamos mi esposa y yo y los huevos que ella ampollaba cuando me fui. La poza me hizo huir.
     -¿Qué, la poza te hizo huir? Eres el pájaro más loco de la existencia. Yo se quién y de dónde eres.
     El reflejo de la Poza del Ensueño. Allí van todos para verte a ti, pájaro bobo. Dime una cosa ¿Tu vuelas a las doce del día cuando los rayos del sol caen sobre la poza?".
     -¿Cómo lo sabes?
     -Porque todos hablan de eso, que ya el pájaro no vuela a mediodía y no se refleja en el agua que solían llamar del ensueño, era como ver a un pájaro volando dentro de aquellas aguas cristalinas.
     Vuela al oeste, encontrarás tu isla, ya tus pichones deben estarte extrañando.
     -Adiós, amigo, he sido tan egoísta y las lágrimas no me dejaron ver la belleza de mi entorno.
     -Adiós, Acuilázuli Acuilubrín, canta la sinfonía de la cascada, refleja tu cuerpo en el agua, haz que brille tu plumaje Pájaro de Ensueño.
     Acuilázuli oyó las palabras allá en lo alto, cantó unas gracias que no llegó al papagayo, feliz por devolver la fantasía a dos desconocidos:
     La Poza del Ensueño y al Pájaro Sinfónico.