Por Silvia Valdés

 

Arimao fecundó
el vientre de Hanabanilla,
y hecho flor, fruto, semilla,
Cumanayagua brotó.
El suelo lo cultivó
de cítrico y de café.
Y entre guateque y bembé
va su estirpe laboriosa,
gente de ala generosa
que nos inunda de fe.

Pueblo de mis fantasías,
mis amores y mis ayes,
cuando me bebo tus calles
ya no son tuyas, son mías.
Bordaste mis alegrías.
Me entretejía en tus sueños
de julios. Y en el empeño
de mis trinos otoñales,
añoro patios natales
y tus parajes risueños.


Calle Nueva, mi niñez
en la magia del encanto.
Y la Real como un canto
de primavera a mis pies.
El Prado, donde mi tez
la colorearon rubores.
Y en sus paisajes de olores,
de ríos y de montañas
me sumerges y me bañas
en tus crecientes fulgores.