Por Anisley Fernández

No voy a hablar de mi ciudad
queridos poetas franceses
voy a ocultar las cosas que se ocultan
aferrarme al murmullo de la isla
y sus puntos neurálgicos de amaneceres rotos.
Aderezar la lógica dentro del óvalo enfermo de la urbe
meter el dedo en la llaga
meter la lengua en boca de la fiera
medir los potenciales de su úvula
para estar despierta cuando grite.
Las cláusulas de mi sangre han renunciado.
Mis tejidos entumecen el sueño.
Por una hendija carrasposa se hunde el ojo impune
ojo cobarde y despavorido
ojo que vomita mi angustia iridiscente.

Un teatro que se funda aciago de corruptos.
Un noticiero irrisorio que rechina.
Una palabra que se larga en las palomas.
La tarde se reduce a una cuestión provinciana.
Quiere beber la noche que no llega.
La tarde lloverá sobre las tumbas del lirio
mirándome con una compasión de abuela.
Cómo se amolda su chal a los polos estéticos de la memoria.
Cómo maltrata al cuero cabelludo el aire vinoso
y el vendaval de muelles de todas partes saluda.
Ya mortifica el hambre bajo las capas dendríticas.
Ya nos pulula la comezón el centro de la agorafobia.
Divina Comedia, a ti clamamos
los desterrados hijos de las avenidas
neones y cúpulas patrimoniales.
Clotilde, ven a redimir la tarde
sobre el papel ceñido de bandera, de arteria
de las impolutas efusiones del alma.
Adelaida, escúlpeme la casi noche de mercurio.
Mercedes, decórame un siglo en Occidente
junto al Conde de los Pozos Dulces.
¡La vida se me va lejos de tu sol…
¡Oh, Cuba de mis ensueños!
Y mueren olas en el cartílago hialino de mi tráquea
y nacen ganglios efusivos en mi cuello
y en el techo del útero se cuelga vida insomne
como quien pasa inadvertido en el futuro
como quien sueña con los ángeles atados.
Tengo tres patrias, tres estampas:
el negro sol, la bóveda y la risa de mi amante.
A San Miguel, a San Rafael Arcángeles y a Jesucristo.
Tengo un Rafael para domesticar el sexo
y un Gabriel en el puño de Shivaji.
Porque la rosa es más que una mujer
recostándose al balcón de su patria.
Porque sólo clavándose en la sombra,
chupando gota a gota el jugo vivo de la sombra
se logra hacer para arriba…
Enferma la noche
con estos ojos que renuncio según las estaciones
con esta luna sumisa en el trazo de los débiles
con estas flores displásicas de la carne
como esos tigres que la realidad peina
como tristes peluches
a una clave de ti
a un nacimiento
a la aurora filial del tango
que aún no ha comprendido
el hacha de todos los vestidos rojos.
Te niego un trilce de yagruma, César,
tengo alas y unos espejuelos surfistas.
Marchita y ocre tiemblo
admirando cómo estalla la noche.
Silencios. Primeras nociones.
Crema para el cabello reseco
membranoso Monsieur del olvido.
Se cuaja el elástico del resignado
y hundo mi rostro en la literalidad de la luz
perpetua luz del bombillo mirándome al centro.
Bombillo ciego, ¿qué hay en el centro del lodo?
Mi cráneo que batalla como un pistilo.
Un ojo cuajando la amargura
Un ojo que ve en otro ojo la tramoya que hay que clavar
Un ojo que zumba impertinente contra la distancia.
Un ojo que chupa el clímax de la maldad y le dice:
¿Viste cómo estalla tu conciencia?
Así lubrican cien fuegos el fallo claro de la estela
en el trillo musitado donde las aves gritan
la irreverente orfandad, la mugre de la ceniza
devolviendo llanto hasta templar los ojos.
Llama noctámbula que vas en pos de chamuscar un café
por fin enérgico y agrio,
todo ojo es una comisión de grietas
y yo dispongo el mío al magnetismo sonoro
al tambor de las hojas, su fina melodía.
Un poema cristiano y otro secular.
Una dosis de certeras expectativas.
La petite mort y su cursumperficio.
Un manto sordo donde los sexos afinan escalas altisonantes
y el prado lacio que la madrugada acoge
pone verdugos en el final de tu imagen.
Digo mi nombre una treintena de veces
y corto el filtro del cigarro que sostenía por horas.
La bradicardia ha sido un signo premonitorio.
Busco los mares en la gaveta donde bordé noticias
acaso el hombre/mar del pan al hombro
acaso el hombre tornasolado de humos
en fin, cualquier pedazo de mar o de hombre.
La corrección es parte del proceso.
La contención me traicionó hace un año.
Voy reventando adioses en la cartera donde buscaba bocas,
en la armonía que calan mis nudillos
en el retrato martillado de azules.
Por el somnífero de las luces mastico toda la casa
el halo del viento sabe que beso la ruina
viajo,
y al regresar hallo mis gafas necróticas
amo las tiendas del boulevard donde me criaron
amo las heces de la playa con hongos.
Tal vez no regreso
pero la sinfonía de insectos presume la altivez de la noche
el calor sepulta
hay que poner las clavículas en la oración del pánico.
Qué pasaría si protestaran los sueños
encima del vidrio redentor de las voces
si a mis sueños asomaran los espíritus que exprimen
sangre de la arteria principal.
Ah, rostros familiares,
queridos poetas franceses
el siglo veintiuno para mí tampoco acaba
no quiero una noche en París
ni a sus jueces terriblemente hermosos.
Me falta tamaño para las mutilaciones
porque soy una isla pecando contra los muros.
No es cualquier cosa
volver al nido del ave tibia
al pez que una mañana fue mío.
Únicamente
mi puerto de poemas
podrá colonizar mi carne.

(19 de julio de 2022)