Por Pedro L. Morales

 

Novia de Cumanayagua
que sobre su costa duerme
como una figura inerme
que bañan el sol y el agua.
Ojos verdes de yamagua,
agueditas, palmas reales,
eucaliptos, cafetales,
dagames, pinos, helechos
que succionan de tus pechos
por los frescos manantiales.

Por tus ojos plañideros
brotan las lágrimas esas
que llenan ríos y presas
al bajar por los senderos.

Tus cabellos placenteros
forman mil bucles variados,
que en los puntos elevados,
al observar tu figura,
parece que sin premura
de antaño fueron peinados.

Tu clorofílico traje,
la cotorra, los arrieros
y pájaros carpinteros
te adornan con su plumaje.
El sinsonte en su lenguaje,
junto a otras aves canoras,
pasa ensayando las horas,
y se acerca el tocororo
para organizar un coro
de voces encantadoras.

Novia de seno elevado
que sobre la cordillera
exhibe, cual si se hubiera
de bocarriba acostado,
vientre enorme y abultado
en cuyo interior se halla,
entre faralla y faralla,
cual reservorios de gloria,
la maravillosa historia
palpitante de Guamuhaya.