Por Anisley Fernández

                                  

Yo renuncié a los códigos del viento
para leerte,
renuncié al murmullo del mar.
Su aliento lanzaba acordes disparatados.
Tuve que caminar sin respuestas.
Yo renuncié a los doctores
a libros descomunales
por no tener noticias para salvar.
Yo renuncié al canon de las poetas contemporáneas
a la retórica incongruente
al par de imanes y caracolas
a los inciensos que invocan el pasado
al fondo de ciertas botellas
donde quedaron palabras durmientes

por encauzar
renuncié al poema,
tuve que hablar incluso
en voz de antiguas voces....
He renunciado a lo que no se me asemeja:
a los kilates de humo contra mi noche/ harapos
al coágulo de niebla
que nos doblega en el campo de batalla,
al tiro sin pudor contra la frente limpia
a la hermosura de las bestias
al concentrado de ADN
donde la ciudad se consume.

Habrás de imaginarlo,
porque tú eres el viento en mi germen:
me convertí en un hombre mudo
aplaudiendo cada rincón de la patria.

(*) De Ana Frank (N. del E.).