Por Ana L. López

Vinieron a quitarme la calma
como si la calma fueran dos libras de arroz
pero fue así
iba caminando por la vida
a mi ritmo
ellos velaron a que el día se escurriera
pasaron corriendo y zaz
como si mi calma fuera un sombrero
uno de ellos se la comió
y se quedó frente a mi casa
se chupaba los dedos
yo a punto de hacerme el harakiri
bajé desaforada la escalera
lo agarré por el cuello
lo levanté más que con fuerza
con algunas palabras al oído
y lo hice vomitar

le saqué los ojos y los colgué en el poste
para que la noche los chupara
como hizo él efusivamente con sus dedos
los demás se fueron
les quedó claro
mi calma no es algo que cualquiera puede arrebatarme
menos comérsela
sin ella
brota la palabra
mato
escribo
el harakiri se hace plural
no hay quien me aguante
no hay quien logre detenerme.