Por David Almeida Martínez

I

Alejo Carpentier en el reino de este mundo

Nacido en Suiza, el 26 de diciembre de 1904, aunque siempre manifestó haber nacido en la Calle Maloja, en La Habana (expresión evidente de su voluntad y sentido de pertenencia a la cultura cubana, a la cual prestó un servicio de excelencia), Alejo Carpentier es hoy, a treinta y siete años de su fallecimiento en París, uno de los grandes artífices de la renovación de la narrativa latinoamericana. Le fue otorgado el Premio Miguel de Cervantes en 1977, convirtiéndose en el primer latinoamericano en recibir el máximo lauro concebido a escritores de lengua española.
     La narrativa cubana entre 1923 y 1958 estuvo marcada por vertientes generadas por el influjo del vanguardismo, no obstante, por sus características especiales, al no insertarse ortodoxamente en estas vertientes, se estudia la producción literaria de Carpentier aparte.

     ¿Será porque fue un excelente escritor de su época, o por renovar la literatura latinoamericana, o por alcanzar su obra una dimensión universal, que Alejo Carpentier ha quedado como una de las figuras más connotadas de la literatura y como el creador de lo que hoy conocemos como lo real maravilloso americano? Una de sus principales obras que ha quedado para la historia de las letras cubanas del siglo XX: El reino de este mundo, responde a esta interrogante. Con ella, el autor renovó la narrativa latinoamericana, otorgándole valor universal. Alejo Carpentier, a diferencia de muchos, supo con su obra alcanzar su máxima grandeza y expresión en el reino de este mundo.
     Los críticos más numerosos y universales de nuestra lengua y otras culturas han apuntado los valores y conquistas de este poderoso creador que fue Alejo Carpentier; el más grande de los novelistas cubanos de todos los tiempos, digno representante de la literatura latinoamericana y antillana; literatura que ya aporta su “rasgo al perfil definitivo del hombre”, según dijera Roberto Fernández Retamar.
     Carpentier es el artífice de la renovación de la narrativa latinoamericana, en particular mediante su estilo de escritura, que incorpora todas las dimensiones de la cultura en su idea de América. Así la narrativa carpenteriana, a partir de sus valores, alcanza dimensión continental y universal, lo cual marcó el contexto de la literatura cubana; y esto tiene que ver fundamentalmente con lo que muchos críticos han manifestado como un método, como una estética (para Alejo Carpentier no es nada de esto), que fue lo real maravilloso americano. Esta idea de Carpentier se recoge en el prólogo a una de las novelas capitales de la narrativa de la lengua española, publicada en 1949: El reino de este mundo.
     Comprender que la obra de Carpentier significó una renovación en la narrativa de nuestras tierras desde su aporte con lo real maravilloso americano a partir de la novela El reino de este mundo supone responder a una serie de interrogantes y dilucidar ciertos elementos que así lo enmarcan. Para comenzar con esto es oportuno un breve comentario de esta novela para luego adentrarse en lo que consiste tal renovación.   

 

II

El reino de este mundo: un breve comentario.

Luego de un viaje a Haití en 1943, con su esposa, invitado por su amigo Louis Jouvet, actor francés, Carpentier se puso en contacto con la historia, la cultura y la tradición de este país. Con el propósito de recoger la historia de esta isla tan importante para los procesos independentistas de América, decidió escribir: El reino de este mundo; novela que en su esencia presenta los tres grandes ciclos histórico de Haití. El otro propósito que lo motivó a escribir semejante obra literaria tiene que ver con lo que prontamente estaremos comentando: lo real maravilloso americano.  
     El reino de este mundo es entre otras cosas la historia de un viaje por algunos acontecimientos de la sufrida historia haitiana, protagonizado por el personaje Ti Noel, símbolo de las masas oprimidas. Esta obra es fundadora de la renovación en la novela histórica latinoamericana, pues centrado en la historia de Haití, el autor cubre el margen temporal situado en la Isla de Santo Domingo entre 1750 y 1830 aproximadamente. Así declaró en el prólogo que se había basado en “una documentación rigurosa” con un “minucioso cotejo de fechas y cronologías”, no obstante, tras dejar fuera de la novela figuras históricas de la Revolución Haitiana, reconoció la atracción que experimentó por otros sujetos históricos, menos visibles en la historia, pero igualmente con una existencia real y con un marcado peso en los sucesos haitianos del período; ellos son: el mandinga Mackandal, el jamaicano Bouckman, el dictador Henri Christophe y otros.
     Atendiendo a esto la presencia de esta novela consolidó definitivamente la modernización de la novelística continental de carácter histórico. A partir de ella dio comienzo a un conjunto de narraciones consagradas a las gestas de los pueblos de nuestra América, así la ficción de 1949 recrea las más notorias inquietudes literarias de Carpentier, la conflictiva relación hombre-historia, asunto cuyo despliegue en este caso se basa en acontecimientos de la Revolución Haitiana como ya expusimos.
     En el plano compositivo a fin de materializar todas sus ideas sobre la historia y la identidad latinoamericana, el creador cubano estructura la novela en cuatro partes que representan los tres ciclos principales en los que se va a desarrollar el conflicto fundamental de la obra, tal y como expusiese Emil Volek: el de los colonos franceses, el de Henri Christophe y el de los mulatos agrimensores. 
     Esta estructuración de la obra a partir de sus conflictos denota que desde los recursos composicionales empleados no es casual que el contraste prevalezca en dicha estructura y, puesto que en la base misma de lo real-maravilloso se encuentra implícito la confrontación de dos realidades, su carácter contrastante, el uso de este recurso no se emplea para exponer curiosidades sino para resaltar los valores de identidad latinoamericana, tanto en lo físico como en lo cultural.
     Al respecto expuso Sergio Chaple, el escritor y ensayista cubano: “Nada hay dejado al azar en la composición de la obra, íntegramente en función de subrayar los valores autóctonos de nuestro mundo americano” (Chaple, 1996, p.229). 
     En el plano lingüístico, a pesar de que Carpentier consideraba no haber alcanzado su verdadero estilo con esta novela, podemos señalar que presenta un barroquismo verbal bien marcado, con eficacia artística, con la intención de expresar del modo más fiel posible lo netamente americano. El estilo barroco del lenguaje constituye una necesidad expresiva; al ser la realidad del continente tan maravillosa y sorprendente, se hace necesario un lenguaje que sea capaz de expresar esa realidad, con todas sus grandezas y sus visiones más exóticas. Por ello, la adjetivación y la excesiva ornamentación conforman los pilares de este lenguaje, para así poder representar ese imaginario cultural tan hermoso como el latinoamericano.
     Con respecto a lo ideotemático es trascendental destacar como los personajes son símbolos, bien por el proceso histórico que quiere significar su autor, bien del quehacer humano o, quizás, de las diferentes composiciones étnicas-culturales que representan esta región antillana en que se enmarca la obra en un lapso de tiempo. El tema de esta novela no es más que las ansias de superación y crecimiento espiritual del hombre en busca de la libertad; y ese hombre está representado en Ti Noel, representante del hombre común.
     Así, lo significativo del tema de esta gran obra nos llega de manera concluyente en su final, no obstante, a lo largo de ella el autor es capaz de hacernos comprender que la novela busca recrear la historia de esta isla y sus procesos de liberación, pero este no es el tema principal, con él subyace la idea central, analizada y comprendida desde los ojos de Ti Noel, ya viejo, maduro, reflexivo, y así el autor nos presenta esta anagnórisis sufrida por el personaje protagónico; que ha quedado repetida en cuanto libro de literatura cubana se habla, y es la siguiente:  
     “Y comprendía, ahora, que el hombre nunca sabe para quién padece y espera. Padece y espera y trabaja para gentes que nunca conocerá, y que a su vez padecerán y esperarán y trabajarán para otros que tampoco serán felices, pues el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada. Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse Tareas. En el Reino de los Cielo no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposa y deleite. Por ello, agobiado de penas y de Tareas, hermoso en medio de las plagas, el hombre solo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo” (Carpentier, 2012, p.142).

 

III

El reino de este mundo y lo real maravilloso: un aporte decisivo a la narrativa del siglo XX.

Para entender la importancia de esta novela y su marcada renovación para la literatura continental y universal es válido saber que Carpentier tuvo el privilegio de haber sido testigo, militante del desarrollo del movimiento surrealista, en Francia, en sus años de mayor influjo. En este sentido, dicho elemento moldeó su producción literaria, pues marcó las pautas, para percatarse de un elemento que, si bien lo buscaban, falsamente, los surrealistas, allí –en Haití, en América –ya se encontraba de manera palpable, y es lo maravilloso, así consta en una entrevista realizada en Madrid donde comunicó que en Haití se encontró con el mundo de lo real maravillo.   Lo maravilloso que buscaban los surrealistas, sin artimañas de pincel, estaba allí en estado vivo y, además, cosa curiosa, estaban con un trasfondo político.
     El novelista aparece con mayor madurez en esta novela, dueño por entero de lo que escribe y con un valioso caudal de vivencias que le permitieron concretar en esa obra una poética en gestación y que, tras años dedicados fundamentalmente a la reflexión sobre la identidad cultural latinoamericana, toma cuerpo en el célebre prólogo de la novela, donde queda definido uno de los conceptos claves de su obra: lo real maravilloso americano.
     El prólogo a El reino de este mundo es hoy considerado el pórtico de la nueva novela hispanoamericana, en particular la de su vertiente histórica; en este quedaron formuladas su mundialmente famosa teoría de “lo real maravilloso americano”, por su significación para creadores y estudiosos de la literatura latinoamericana, y las claves de su producción narrativa ulterior.
     Lo renovador de la obra de Carpentier se encuentra en esta novela –y en las sucesivas también, –pues  con ella a partir de mostrarnos los episodios fundamentales de la revolución haitiana, expone por vez primera su concepto artístico de lo real maravilloso, unos de los aportes decisivos a las letras del continente. Por ello su obra alcanza dimensión universal y se transforma en un hito para la producción literaria del siglo XX.
     De acuerdo con la crítica más perspicaz, esta formulación ideoestética exhibe en la novela una fase primaria que en años sucesivos irá evolucionando hasta alcanzar su colofón con las últimas novelas del autor. La idea surgió durante la estadía de Carpentier en París en los años 20 y 30 al razonar el cubano que sus contribuciones al surrealismo francés no serían trascendentales. Tal certidumbre lo condujo a pensar que su vocación hallaría su real estatura en el devenir de América. Desde este momento empezó a leer la historia y la literatura del Nuevo Mundo. Tras varios años de intensas lecturas, consiguió obtener una idea más cabal de la geografía situada desde Río Bravo hasta la Patagonia. A la vez descubrió los nexos secretos entre los mitos y la realidad de las culturas precolombinas y mestizas en general.
     Valorando estos nexos tuvo la certeza de que en Latinoamérica no hacía falta imaginar lo fantástico o lo insólito; en América lo maravilloso está en la propia realidad, no necesita ser inventado; como sí debieron hacer los surrealistas. En su opinión nuestros pueblos eran tan asombrosos, barrocos y diversos que el novelista solo necesitaba gozar de cierta sensibilidad y agudeza para advertir por doquier las manifestaciones más sorprendentes y extraordinarias del entorno.
     Por consiguiente, lo real maravilloso, brota en estado virginal de la historia, la sociedad, el espíritu y la cultura americana. A más de ser un hecho teórico, lo real maravilloso devino igualmente un método y un recurso narrativo, los cuales Carpentier utiliza como medios centrales de su poética en la novela.  
     Carpentier era consciente del impacto que estaba dejando en las letras del siglo. Lo real maravillosos había llegado para legitimar una realidad latinoamericana que era en su esencia y no en su apariencia, toda una amalgama de hechos sorprendentes. No se equivocaba el autor en formular esto, cuando Andrés Bretón, padre del movimiento surrealista, en su primer viaje a México exclama: ¡México, tierra de elección del surrealismo!  Lo que él muchas veces había buscado en París, a fuerzas de una imaginación se encontraba en las calles mexicanas. Y lo hubiese encontrado, latiente, en toda América Latina. 
     La experiencia surrealista –empeñada en construir de manera forzada una imagen maravillosa e insólita –unida a su estudio de la realidad latinoamericana y caribeña, le permitió a Carpentier percatarse de que la maravilla estaba presente en nuestra cotidianidad y en nuestra historia –por ejemplo en la pervivencia de mitos y leyendas –y  que había que revelarla. Ese es el sustrato de su teoría de lo real maravilloso.  
     Finalmente queda concebido la teoría de lo real maravilloso americano como uno de los aportes más significativos de la obra de Alejo Carpentier para la narrativa del BOOM y una renovación en las letras continentales y universales. Pero ¿qué es en realidad lo real maravilloso americano? Descifrar, comprender y dilucidar su significado permite entenderlo mejor.   
     Este término –formulado en el ensayo “De lo real maravilloso americano”, prólogo a la novela El reino de este Mundo –ha sido objeto de estudios de docenas de críticos especializados en esta materia, cuyos libros, ensayos y artículos ya llenan una opípara biblioteca.
     El ensayo es más que un prólogo, es el acta de fundación de la moderna narrativa latinoamericana, al presentar un término que renovaría las letras del período. Es el primer trabajo teórico que hace hincapié en la especialidad histórico-cultural del ser del subcontinente latinoamericano como dimensión relevante para la literatura.
     Lo real maravilloso americano en sus comienzos fue una forma de trazar una línea de demarcación entre lo auténtico americano y lo maravilloso inventado europeo; y al mismo tiempo, la expresión del rechazo de un Carpentier maduro a los trucos de algunos surrealistas.
     Carpentier solía referirse a su “percepción” de lo real maravilloso, no a “método”, “poética” o “doctrina”. Alejo solo plantea principios básicos de esta percepción de lo real maravilloso: Primero, que nuestra América –geografía, historia, mitología –todo es maravilloso y al mismo tiempo real, no imaginado ni inventado; véase lo aludido por el autor en el prólogo de la novela: “A cada paso hallaba lo real maravilloso. Pero pensaba, además, que esa presencia y vigencia de lo real maravilloso no eran privilegio único de Haití, sino patrimonio de la América entera…” (Carpentier, 2012, p.6). Segundo que el novelista para expresar con autenticidad el mundo americano, no tiene más que seguir, describir, narrar, reflejar las cosas de este Continente de lo real maravilloso.
     Así expone Carpentier en este prólogo:
     “…Sin habérmelo propuesto de modo sistemático, el texto que sigue ha respondido a este orden de preocupaciones. En él se narra una sucesión de hechos extraordinarios, ocurridos en la isla de Santo Domingo, en determinada época que no alcanza el lapso de una vida humana, dejándose que lo maravilloso fluya libremente… en todos sus detalles…” (Carpentier, 2012, p.8)
     Lo real maravilloso era según Carpentier aquel elemento que caracterizaba inconfundiblemente a la realidad latinoamericana, diferenciándola de la europea, norteamericana y de las demás partes del mundo. Al captarlo, el escritor latinoamericano captaría también esta realidad específicamente latinoamericana, pues no había lo real maravilloso en otras regiones del mundo. En este sentido señala que fue en Haití donde se halló en contacto cotidiano con “algo que podríamos llamar lo real maravilloso”; y luego expone que lo real maravilloso era patrimonio de la América entera. Así se expresa en el final del ensayo: “¿Pero qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real maravilloso?” (Carpentier, 2012, p.9)
     En El reino de este mundo el autor se muestra anonadado por esa cierta maravillosa realidad cultural hallada en Haití, tan lejana al ordenamiento occidental y, por eso mismo, tan auténtica. La revolución haitiana, trascendental para la conformación de un pensamiento liberador en América y el Caribe y, por tanto, antecedente ineludible de los procesos independentistas del continente, resultó rápidamente identificable para dar evidencia de lo real maravilloso en la historia como móvil común del quehacer de los hombres. Porque es meritorio destacar que Alejo Carpentier advierte que allí en Haití, encontró lo real maravilloso, de manera fortuita y curiosa, fusionado a lo político e histórico.
     En cierta entrevista a Alejo Carpentier, recogida en una antología de Ramón Chao, este escritor cubano fue capaz de decir: “…América, donde nuestra naturaleza es indómita, como nuestra historia, que es la historia de lo real maravilloso y de lo insólito…” (Chao, 1985, p.142). En la novela que es objeto de estudio, lo real maravilloso se recrea con lo histórico, cobrando fuerza y ratificando lo expresado por su autor. Así personajes reales de la historia de la revolución haitiana son matizados desde esta maravillosa realidad.
     Que Henri Christophe, cocinero que llega a ser emperador de la isla y dictador de su raza, pensando que un buen día Napoleón va a reconquistar la isla, construya una fortaleza fabulosa fraguada con sangre de toro para hacerla inexpugnable al ataque de los hombres de Europa; eso es maravilloso. La sublevación de Mackandal, quien hace creer a los negros esclavos que tiene poderes licantrópicos, que puede transformarse en ave, caballo, mariposa, en lo que él desee, promoviendo así una de las primeras revoluciones auténticas del Nuevo Mundo; eso es maravilloso.
     Pero ninguno de estos elementos, por ser maravilloso, que supone ser insólito o inusual, dejan de ser reales. Porque sí hubo un Mackandal, que antes de morir en la hoguera el 20 de enero de 1858, profetizó que regresaría del mundo de los grandes Loas, que sería inmortal y volvería rencarnado en mosquito venenoso y mataría a todos. Y quien pudiera refutar que en 1794 las tropas francesas de Ciudad del Cabo, murieron de fiebre amarilla. ¿Acaso no es insólito?, ¿acaso no es esto la realidad de un continente que ha sabido armar la arcilla de su cultura desde los más sorprendentes hechos, realidades y mitos.
     Esta realidad está acompañada por lo maravilloso, lo inusual, lo sorprendente, haciendo que se confunda mito con historia, pero que no significa que haya sido verdad que un negro esclavo tenga poderes licantrópicos. Lo real maravilloso está en la fe de millares de negros esclavos en el Manco, en que no hayan querido creer que está muerto, sino transformado en animal; cuando en realidad el lector y el autor saben que no fue así.
     Se cree oportuno, concluir presentando qué es lo real maravilloso, desde palabras de Carpentier, en una entrevista, acogida por Ramón Chao en su libro sentenció:
     “…yo hablo de lo real maravilloso al referirme a ciertos hechos ocurridos en América, a ciertas características del paisaje, a ciertos elementos que han nutrido mi obra… Lo real maravilloso que yo defiendo es el que encontramos en estado bruto, latente, omnipresente en todo lo latinoamericano. Aquí lo insólito es cotidiano, siempre lo fue…” (Chao, 1985, p. 140-142).
     Más adelante agrega: “Nuestra historia contemporánea nos presenta cada día insólitos acontecimientos. He aquí…ejemplos: El 28 de octubre de 1956 leí en la prensa de Caracas la siguiente noticia: Un campesino estaba durmiendo la siesta en el patio de su casa, cerca de un loro. Una serpiente venenosa se acercó al campesino, para picarlo. El loro se dirige hacia su amo y lo despierta dándole picotazos en la mejilla tratando de hacerle el menor daño posible. El campesino se levantó a tiempo para evitar la picadura de la serpiente. Inútil sería añadir que el loro se convirtió en el héroe del pueblo” (Chao, 1985, p.143).
     Decenas de ediciones de sus textos en casi todos los idiomas, miles de lectores, sinnúmero de estudios y homenajes, reciclaje permanente de sus teorías estéticas y de su prole ficcional en nuevos creadores y nuevas obras, no han hecho sino validar el lugar cimero que ocupa Carpentier dentro de las letras universales de la centuria.
     Entre los grandes méritos de Carpentier se encuentra el de ser uno de los más importantes reveladores del mundo latinoamericano y caribeño. Miembro ilustre de una generación de intelectuales nuestros de las primeras décadas del siglo XX dejó como legado en el reino de este mundo su percepción de lo real maravilloso americano, entendido como los perfiles maravillosos, inusuales, sorprendentes que acompañan la realidad latinoamericana, su historia y su cultura.
     Parece que cada vez que se lean las últimas reflexiones de Ti Noel al final de la novela, el autor cobra vida, su obra se revitaliza para demostrar que en “el Reino de los cielos no hay grandeza que conquistar”, solo en este reino el hombre hallara su máximo expresión, y Carpentier así lo hizo con su teoría: ¿no lo creen?

 

Bibliografía

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Carpentier, Alejo. (2012). El reino de este mundo. La Habana, Cuba: Ed. Pueblo y Educación. (p.p. 6-9 y 142)
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Henríquez Ureña, Max. (1967). Panorama Histórico de la Literatura Cubana. La Habana, Cuba: Ed. Revolucionaria.
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