Por Mariam Aguilar

Había una vez una niña que tenía un piano donde interpretaba bonitas piezas de muchos autores de fama mundial. Pero un niño pesado del barrio, jugando con ella, le fue arriba al piano, y empezó a tocar con tanta fuerza, que le rompió algunas teclas. Entonces el abuelo de ella, que era muy curioso y paciente, le dijo:
     —No te pongas triste, Mariam, que eso va a tener solución.
     —¡Ay sí, abuelito! Mira que esta noche tengo actuación delante de todos mis muñecos.
     Y el abuelo, con mucha paciencia, arregló todas las teclas rotas, y tan bien lo hizo, que el  piano, agradecido, tocó todavía mejor.