Por Rachel Pérez


       Al profesor Manuel Vázquez

En un grupo de semillas danzantes solo una despertó en un jardinero amante de la danza, una luz a la que él entregó su conocimiento y su amor por el arte para hacerla florecer. Con un gran significado le brotó una rosa nueva, enérgica y creadora, a la cual le fue abriendo pétalos enamorados que adornó con simples palabras. Se le iluminó el alma ilusionada. El amor a esa rosa fue su inspiración para seguir a su lado hasta el fin de los tiempos.


La realidad de un sueño

De un sueño inesperado le surgió al bailarín la inspiración de crear un arte danzante que rompiera con los esquemas del ballet y pasara a la libertad de movimientos y a la improvisación de una idea creativa...
“Pasó el tiempo y pasó”... y el sueño... se hizo realidad.


El último suspiro

En un instante se apagó la luz, se paró el tiempo y se acabó la vida. En aquel momento me di cuenta de que no sabes cuándo estás expuesto a partir, que debes vivir los días cómo si fuera el último, con las personas que te aman y te valoran. Cuando la vida te ponga a prueba, rétala y sonríele, hasta que llegue el último suspiro: el de partir para nunca más regresar.


Cuerpo en el alma de la danza

Abrió los ojos, liberó su cuerpo y se dejó guiar por la onda sonora de la música. A ella entregó su alma bailarina; dentro de ella, puso todo su talento y amor en la aventura de su sueño musical.