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Por Taimí Blanco

 

Un amén a los silencios,
a las manos cansadas,
al ángel que parte dejando
su baúl de estrellas en los corazones amados.
Un amén al silencio,
tributo de la noche,
velo mortaja del luto,
tejido de soles sobre las sientes del caído.
Amén, amén y amén
al viaje bajo o sobre el Hades,
infinito y eterno cofre de luz en el contenedor del recuerdo,
cada parada tuya ha sido siembra,
un reencarnar desde el cansancio y la tristeza.
Siempre tú, dueña del amanecer
y el tejido de los días entre tus agujas brazos. 

Este poema la autora lo dedica a la memoria de la abuela de una amiga recientemente fallecida (N. del A.).