Por Misael Hernández


Al final lo mismo de siempre.
Sí , al final más de lo mismo,
o lo mismo de lo mismo que al final,
es más de lo mismo, de siempre.
La melodía de siempre y la nostalgia de siempre.
Las guerras de siempre con las mentiras de siempre.
Los dolores de siempre y los muertos de siempre.
Los llantos y los derrumbes de siempre,
las manipulaciones de siempre.
Los sombríos patios de siempre.
Los muros húmedos de siempre.
Los pelos cepillados y las camisas rotas de siempre
(desnudos en sus costillas todos)
(empujados pisoteados incomprendidos y avasallados)
El hambre siempre es el mismo.
Como el odio que siempre lleva
la misma cáscara y limpios dientes afilados.
Pero la mueca, la burla y el exterminio y los exprimidores de naranjas
eran  y son  los mismos de siempre.

Los hombres y mujeres de siempre
con y sin hijos de siempre y de nunca.
Esperando el gas y la navaja.
Esperando con los ojos abiertos y descalzos,
otro pinchazo de luz y una vez más como siempre un suspiro de adiós.
Bailando sin saberse culpables.
Preguntando el porqué de las duchas del miedo.
El porqué de una tierra que huele a cenizas.
El porqué borrar los pasos del planeta de siempre.
Y otra vez las bombitas y los cañones y las miserias de siempre.
Para los mismos y las mismas de siempre.
En ese país, región, sitio,  trozo de tierra de siempre, 
donde unos  y  otros se matan, muerden..
Y se descodifican y se desdibujan y desaparecen.
Mientras en el mundo de siempre, se
descojonan se retuercen y “te vacilan” como siempre.
Y te clavan salivazos en la oreja y repiten lo mismo de siempre.
Donde unos defienden su vida sin miedo
Y otros defienden su miedo sin vida.
Cuando el olor a pólvora es el mismo de siempre en la cabeza de todos.
Los tuyos y lo míos.
Las mías y las tuyas.
Todos o ninguno, con ganas de ser ellos,
pero nuestros y de todos para siempre.