Por Rosa A. Cohalla

 

Como el cóndor que vuela y llega al cielo
así en esfuerzo tesonero altivo
llevo al papel mis ansias y mi anhelo
y con la péñola del alma escribo.

Subiendo paso a paso esta  pendiente
y borrando las neblinas de mi ira
como el que nada sabe… nada siente
de ese mundo exterior que nos rodea.

Y cual planta perenne marchitada
por un sol de primavera que flamea,
muevo la barca de esta vida airada
con la enorme palanca de la idea.

Es inmenso el placer que experimento
cuando encuentro un amigo en mi jornada;
el mundo es un calvario, es un tormento
sin la dulce amistad es nada.

Cuando en la senda de mi vida veo
aparecer un amigo, el cielo santo
ha cumplido la ley de mi deseo.
¡Le doy gracias a Dios que me ama tanto!