Por Gastón Baquero

 

Emilio convalece, la barba se le viste
de una grama sutil, una fina corteza
que es un musgo terrestre, y un signo de lo triste
dejados al marcharse remota la pureza.

Ya comienza a inquietarse por todo lo que existe
detrás de los murmullos de su hogar fortaleza.
Ya le importa la fiebre deslumbrante que insiste
en decorar su sangre e incendiar su cabeza.

Yo he visto en su escalera una sombra partiendo.
Algo pide que salga, que salga y que ría
porque viene el Otoño, viene construyendo

con sus aires serenos, con su grave alegría,
un reino que consiste en irnos descubriendo
el rostro de la nieve lejano todavía.

 

Domingo, 4 de octubre de 1942.

Tomado del libro: Como un cirio dulcemente encendido. Gastón Baquero. Poesía Completa. Ediciones La Luz, 2015. Pág. 424.