Por Manuel Díaz Martínez 

 

Todos tenemos una amiga
de ojos tristes.
                        La mía
es una esfinge cuyos ojos
despiertan no sé qué cantidad
de olvidos.
Suelo obsequiarla con miércoles
o jueves
               recién cortados
y con breves paseos
por mi historia personal.
Ella responde a mis obsequios
con sonrisas generosas
mientras sus ojos atardecen
en los míos.