Lo sé muy bien
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Contigo, sin ti, una voz
en la luz de mi memoria,
para siempre en nuestra historia,
libre, profundo, veloz;
nostalgia como una higuera
en naturaleza pura.
Algunos dicen: locura.
Yo sé, Luis, de qué manera
se alimentaba esa hoguera,
de todos los males, cura.
Yo sé de esa luz que baja
por los trillos, las cañadas,
regreso en las madrugadas
junto al cantor que no faja,
perdida su última lid.
Como la guitarra luego
se hará refugio en el fuego
que consume el corazón,
hacer perder la razón
y te inmortaliza, Luis.
Temblor profundo
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Con cuánto amor, cuánto brío
Tú amaneces, Damuji.
No sabes que para mí
Eres mucho más que un río.
En tus aguas yo confío
Porque a tu lado nací.
De tus aguas yo bebí
Desde que vine a este mundo,
Y siento un temblor profundo
Si me voy lejos de ti.
Andrés
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Por Mayelín Ordóñez Valero
Pasan las horas entre cuchicheos y sorbos de café. El olor característico de cada lugar invade cada rincón. Las personas se acercan con rostros sombríos y me ponen la mano en el hombro, pero no puedo hablar; sigo sin entender. Mi hermana se acerca y me lleva hasta él. Me resisto estar allí. De pronto Andrés, con una sonrisa burlona, me hace señas para que lo acompañe, estoy emocionada, inmóvil. Se acerca y me susurra algo al oído que me ruboriza. Sin salir del asombro comienza a besarme la nuca, acaricia mi pelo. Quiero detenerlo pero me es imposible. Lentamente recorre todo mi cuerpo hasta despojarme de la blusa y sacarme el sostén y ya no escucho a las personas y el olor ha desaparecido. Se apodera de mi vulva y mis quejidos lo hacen extasiarse y siento cómo mi cuerpo gravita mientras tiemblo de placer.
El despertador poco a poco me devuelve a la realidad y pude escuchar la voz molesta de Andrés y yo bañada en sudor con mis partes húmedas; mirando con una mezcla de asombro y sorpresa, a la vez que le pregunto: “¿Qué haces aquí, dónde están las personas y el ataúd que te guardaba?” Él, sin comprender y con una sonrisa de burla, me dice: “Llegué a las cuatro de la mañana, dormías como una piedra”. Mientras, se me aproxima poco a poco y me mira con ojos hambrientos y comienza a acariciarme la nuca.
La espera del lirio
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Hay un lirio quemado por el rezo;
es la sed que no calma su amargura,
donde la claridad se torna oscura
cuando fluye en la pátina del beso.
Corre y cierra los ojos sin señales,
sus pétalos se rompen devastados;
piensan que todavía enamorados
ven rosas en confines desiguales.
Tantea los caminos del clamor,
y el aroma de fe apasionada
es la calma en la espera del amor.
El lirio entre la brisa ve el jardín
que respira con luz ilusionada
por el óleo fresco de un jazmín.
Sonegrama
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La lengua toca cielo en otra boca
confundiendo la vida en su desvelo
entre sueños se torna medio loca
palpa surcos de piel, palpa otro cielo
la lengua por debajo de un pañuelo
ceñido a una cintura que provoca.
Y vive de los sueños por el pelo
siente miedo ser polvo cuando es roca.
Así la vida bien parece poca
así se ve la vida con un velo.
En el cielo la lengua que convoca
ha llegado a pensar en otro duelo.
La lengua en otra boca llega al suelo
como polvo del beso que le toca.
Entrevista a Rafael Felipe Oteriño
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1.- Rolando Revagliatti: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?
Rafael Felipe Oterino: Debo retrotraerme a mis doce o quince años, en La Plata, a un día violento de otoño en el que las hojas de los plátanos volaban y se arremolinaban en la vereda con el anuncio de una tormenta inminente. Ahí me cayeron unas primeras líneas que bosquejaban la idea de un mundo sustraído de su orden, arrebatado por el torbellino del viento y seguido en mí de algo interior parecido a un reclamo de piedad. No hago esfuerzos por recordar esos versos (más bien, hago el esfuerzo de olvidarlos), ya que dicho primer intento no era más que una expresión subjetiva y no la pieza literaria y susceptible de compartir que constituye un poema.
2- RR: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?
Necesito un mar…
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Necesito un mar para aplacar
mis olas
y hechizar
los arrecifes.
Una parte de mí destila sal junto
a la arena.
No seré más un torbellino.
Me convertiré en espuma
solo
para volver a ser gota.
¿Dónde quedó la brisa?
¿A dónde voló el pájaro chillón?
A lo lejos la línea inalcanzable
me recuerda el beso.
Salmo
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Por Lucio Pérez
vienes por fin a mí
tal como eras
con tu emoción antigua
y tú rosa intacta.
Dulce M. Loynaz
Marchaste con la última omisión pactada a la vuelta
y una lágrima mojada
en el pañuelo.
La luna me ha visto
tragar los azules,
pero no puedo detener el sol
cuando asoman las mañanas de diciembre
y atrapo la espuma con las manos,
sintiendo la escandalosa evocación de los deseos.
En tanto sigo con los ojos
clavados en la orilla,
la extraña sensación de una presencia
y la dentellada ruin de tu naufragio.
Pensamientos
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A veces, yo, pensativo,
veo lo chiquito, inmenso,
y hago un mundo para mí
con tantas cosas que pienso.
Un rey de espada y corona
pensaba que yo era un día,
que andaba en caballo blanco
y un gran pueblo me aplaudía.
Pienso que soy marinero
mar arriba y mar abajo
y que gané una medalla
por ser héroe del trabajo.
Un día en un hospital
donde yo era un doctor,
salvé la vida a una niña
que se moría de amor.
De una tarde cuando llueve…
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Por Elvis García Rodríguez
De una tarde cuando llueve
Luis Gómez
De una tarde cuando llueve,
Tierra-milagro en sus mámas,
abrocha los pentagramas
de un dolor, y se conmueve:
Por la raíz, ya se mueve
más triste que un aria en vuelo:
y haciendo perlas del suelo;
menos destino y más nombre,
El Pichón se vuelve hombre,
y el ave una voz del cielo.
Leyenda: y luego señor
<Cu-todo-ma-: grande...> arrulla
al Gran hijo de Mabuya...
(la magia no tiene error).
Debería matarte a mordidas
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como perro con rabia
debería arrancarte la ropa de una
y que todos vean lo que fue mío.
Debería echarte a la jaula con los leones
aunque los leones de mi pueblo no tienen dientes
solo cuentas bancarias
pensándolo bien estás bonita para postearte
el gris de tu pelo entona con las paredes
tu sexo puede ser una lámpara convexa a mi mano
convexo a muchas cosas.
Me gusta el verbo deber
no sé si te diste cuenta
que me debes el tiempo
deberías pagarlo de manera justa
deberíamos ser escorpiones
y que nuestros bebés te devoren en mis narices
pero no
La torcaza
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Por Yamily Díaz Ortiz
Una torcaza
bien carmelita
regala flores
de su jardín,
envuelve todo
con sus alitas,
limpios colores
al sonreír.
Una torcaza
juega mi juego
con camisola
cintas y vuelos,
inquieta, fina
sola, feliz.
Con esta poesía la autora obtuvo Mención en el concurso literario “Batalla de Maltiempo”, Cruces, Cienfuegos, 2023. (N. del E.).