Por Gustavo Adolfo Cardoso Rodríguez


                  Dust in the wind

                       Kansas


Domingo 17 (Son ideas, Osvaldo Rodríguez y los 5U4)

Con el espíritu fortalecido después de una ida y vuelta más al lugar de mi acostumbrada peregrinación, llegué a ”mi rinconcito” de Úrsula y Vía Blanca, en el populoso barrio del Cerro, Cerca de la famosa heladería – frutería Fruti-Cuba de la zona. En casa la misma rutina de siempre, “La vida sigue igual”—me decía— parodiando a Julio Iglesias: releer a Stephem King en su fantástica novela Resplandor, deleitarme con el rock sinfónico Rapsodia Bohemia de Queen con el inigualable Freddy Mercury —Dionicio no era bobo— pensaba al saborear un vinito brindis con su Partner Café Bustelo, recién colado. La coletilla del  día consistía en sentarme a contemplar el ir y venir incesante de vehículos que pasaban frente a mí por Vía Blanca con destinos inciertos, quizás como el mío. Exhorto, y con la mirada fija, no vi pasar las horas frente a aquel torrente en la avenida que se me antojaba mágica, como las historias contadas por el gran escritor cubano Alejo Carpentier en su novela El Reino de este Mundo en relación con su acuñada frase de lo “real-maravilloso”, creía ver en esa sucesión de vehículos al Manco Mackandal convertido en ave, serpiente o pez, conducido magistralmente por la mano certera de su autor, en la voz escrita de Ti Noel.

Por María Salomé Pérez

 

Bajo mis pies una estrella
sobre la espuma, la flor
¡Grita pálido el amor!
Al despertar la querella
¡Relámpago más centella!
Yace la flor y presiente
una estrella irreverente,
rompe los versos la roca
pinta un poema la boca
dice el alma lo que siente.

El alma divina y pura
con su total mansedumbre
enciende su propia lumbre
sin carbón, sólo ternura.
Es barco y arboladura,
es surtidor erudito
vuela como pajarito,
sin tiempo de hacer escala
con brújula bajo el ala,
advierte el sendero escrito.

 

Por Eduardo Daniel González

            

           A Gabriela Bosh Isasi,
                             eternamente.

Desde una esquina del viernes
la maestra y el niño se han mirado,
¡con qué irremediable costumbre!:
como la pizarra y el pupitre,
como las horas y las memorias,
                   como el tiempo.

                                Y saltan
las palabras, en fin, saltan
desde el inconfundible orgullo de la tiza
a la blanca caricia minuciosa que desdibuja
el rumbo fugaz, prudente,
de la penumbra que me anuda los ojos;
que descansa y me habla luego,
como si esas manos desnudas sobre mi sien
fuesen las poderosas sonrisas del idioma
o el pañuelo hondo que me abraza
y no encuentro.

Por Lucio Pérez

          

                    ...sé que podría ser diferente
                    Pero de qué valdría pedir
                     si solo con ellos revelamos
                      la certeza de carecer.

                            Miguel Barnet


He olvidado de qué lado estoy en el planeta
aun así celebró el sol que nos alumbra
y me pongo en complicidad con la memoria.
El heno se confunde en el asfalto
nada tiene que ver con espejismos
y me monto en viaje de regreso.
He perdido el camino tras el último toque
de campanas;
mientras unos se ocupan de cambiarle el rostro
otros descubrimos cicatrices que dejan las ausencias,
y salimos a escribir en sus murallas
la última voluntad de los sobrevivientes
para que el miedo no espante a los fantasmas. 

Por Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé)

 

           A don Eligio E. Capiro

(Fragmentos)


Huye la noche sombría
al son del céfiro suave
y nos anuncian las aves
la vuelta de un nuevo día:
todo es luz y poesía,
todo es encanto y belleza,
el zorzal en la maleza
extiende sus pardas alas,
y ostenta sus ricas galas
la feraz naturaleza.

Susurra el verde palmar
y la luz de la alborada
dora la roca empinada
de las orillas del mar:
se admira el tenue brillar
de la estrella matutina,
muere la densa neblina,
cruje el cedro allá en los montes,
y a los bellos horizontes
el sol naciente ilumina.

Por Alfonso del Rosario Duran

         Happiness is a warm gun
        
                 John Lennon


Ahí está Yoko Ono sobre la cama
consumiendo el último cigarrillo
mirando detenidamente el blanco del techo
(horas antes quizás hubiera cantado
Love me do contigo en la bañera)
sus manos palpan su delgado rostro
mientras la luz espera a que vuelvas.

Su pelo largo
sus ojos finos
su sonrisa que te gusta
esperan en vano

Se pone de pie
hoy podría ser un día igual a otro


Pero hoy es ocho de diciembre
John está camino de la felicidad

Ya han sonado los disparos.

Por Hansrruel Aldana (El Poeta de Junio)

Qué manera de romperme
por la luz, por la mitad,
por la huella, por la edad,
por la suerte de moverme.
Yo tengo un ángel que duerme,
sin forma, sin primavera.
Tengo un ángel, aunque muera,
ya me está sanando adentro.
Si se va, ¿dónde lo encuentro?
¿En qué luz? ¿De qué manera?

Tengo un ángel por hacer,
que antes de ser, ya se va.
¡Deténganlo! ¿Quién podrá
enseñarme a amanecer
si en sus alas el poder
de no estar muerto, es un frío
que se quiebra como el río,
que se esconde, que se marcha?
¿Quién podrá romper la escarcha
de ausencia, que en el vacío

Por Armando Arturo Cazares 

 

          Pienso, luego existo

             René Descartes

 

La extraña sensación del abandono
(que tan extraña no es), siente la prisa
de arrebatarme el alma de algún modo.
Y pienso:¿Existe un Dios? ¿Es Él quien  mira

su experimento roto? Y si no hay Dios...
¿Soy yo quien mancilló su propia vida?
Existo, como prueba de un amor
que estaba destinado a su fracaso; 

y pienso, que alguien tuvo la razón
(mas nadie fue culpable de intentarlo).
Existo, soy el hombre de mis sueños
que sueña con ser hombre (soy esclavo).

Y pienso en el futuro (en ese incierto
designio del reloj) y en el camino
que aún debo recorrer (pero me pierdo).
Existo, junto al polvo que respiro,

Por Richard Gutiérrez

 

Grababa en los bosques a punta de cuchillo
la nomenclatura de mi nombre:   
palabras perversas de mujeres efímeras.
Los árboles fueron diarios
en cronología de apuntes.
A veces olvidaba los signos escritos
que me susurraban las voces del aire.
¿Quién puede vivir sin los bosques?
Los árboles nunca me dieron el frente;
por eso el acero marcaba su espalda.
Mis amigos sicólogos visitaban los árboles
y hacían estudios de las mentes humanas.
Escribí mis  poemas en sus verdes cortezas,
fui un escritor de epigramas con aplausos de hojas.
Mis libros sin nombre son la selva y su encuentro.

 

Por Olga L. Martínez

 

Una ilusión,
es como una
piedra.
Si no aparece
quien
la patee,
se queda
en su sitio
para siempre.

Amaso la tierra
y aún no
subo
al árbol que sembré.

De los frutos
quedan
pocos.

Solo los
que decidieron
aferrarse
a sus raíces.