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Hace mucho tiempo que Jesús Orta Ruiz, El Indio Nabori, se convirtió en leyenda. Poeta singular por su descomunal obra y por su calidad humana, es uno de esos escritores que alcanzan la gloria en vida y gozan del respeto del pueblo y de la crítica, algo que sólo consiguen los elegidos.
Con motivo del 102 cumpleaños de este extraordinario artista de la palabra, lo recordamos como un titán del verso improvisado y escrito que se enfrentó a los grandes y salió vencedor.
Autor de muchos libros de poesía, maneja la décima, el romance, el soneto y otras estrofas rimadas y la poesía libre con absoluto dominio.
Pero su principal valor radica en su amor a Cuba y en su corazón de oro. Naborí es un símbolo de Cuba y de la poesía, por eso es eterno.
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Por Gabriela Ladrón de Guevara de León
Luz sabia vida trasciende,
porque en ese beso muero,
cada trazo es un sendero,
donde alma rosa desprende,
su poder siempre se entiende,
al tocar el corazón,
vibra en música emoción,
de colores y armonía,
transforma así cada día
pura y fiel inspiración.
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Por Olga L. Martínez
No soy la de pétalos cubriendo el cuerpo.
No hay rosas en mi pubis ni están ocultos mis ojos.
No es mi luz
ni mi piel es blanca.
No soy la del retrato.
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Por Roberto Manzano
Madre mía, a la vuelta del tiempo, con los
soplos
de la nostalgia, veo plantas que se han
marchado, rudos carbones,
qué apagó la tormenta, y siluetas que cruzan
los umbrales
con la misma figura de entonces, cuando las
miradas
eran verdes, de pulpas gustosas, y esplendían
olores de comienzo, silabarios primeros de la
sangre:
a la vuelta del tiempo, con todo el pulso ido,
cuándo el día vagaba igual que un humo dulce.
Madre mía, a la vuelta del tiempo, entre los
ciscos
hirientes y los rígidos algodones, a la hora en
que podía
venir cualquiera por el trillo y en la disposición
de los cubiertos
era bien recibido, como una plántula anillada:
y entonces en las frondas sonaba un airecillo
frío, un vaso de menta, y unos ojos de toro
silencioso;
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Estabas a una almohada de mi nuca...
M.J.I.H.
De mi almohada a la tuya
había dos zarpazos al acecho
apenas veintiún centímetros desvelados
y cierta calma felina frente a ti.
De mi sábana a tu silueta
todas las hambres todas las trampas
se disparaban en la garganta del cuarto.
De tu blusa a mis mareas
el oficio de amar.
De su poemario Sed de viernes.
Poema tomado de la red. (N. del E.).
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Por Lucio Pérez
...Es imposible vivir por muchos años,
sin volver a nacer de vez en cuando.
Dulce Maria Loynaz.
Uno, dos, tres.
El que no esté escondido se quedó.
Ellos han perdido el camino de regreso
No se ocultan a la espera del llamado,
quién se atreve a detener el sol
cuando se quiere poner en orden la mañana.
Uno, dos, tres
y el río se derrama desde el monte
un río que derrama sangre bajo los pies cansados
y cada pisada se convierte en el milagro.
Solo que en este juego
las reglas se han tornado diferentes.
Uno, dos, tres
el que se quede escondido se quedó.
Ahora busco en mis recuerdos y trato de aprender de nuevo,
pero ya envejecí esperando oculto.
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Cuanto quisiera arrancarle
unos minutos a la tarde
detener su andar
dilatar su caída
revolverla y deglutirla
en mi taza de café
humeante despidiendo
su vapor.
Entre azul y blanco
sólo una sólo una
confesión.
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Por Beatriz Peña Zayas
Oscura nube asomó por mi ventana.
Miré con tristeza su negrura, le pedí alejarse y con mis manos la empujé. Tantos quehaceres la apartaron. Caminé, en ella me situé y le pregunté:
—¿Por qué vienes si las lágrimas se agotaron? ¿Por qué llegas si los rotos enmendé? ¿A qué vienes si abrigué la soledad? No. No tienes ya nada más que talar. No tienes ya nada más que herir.
Miembro del Grupo Luneros (N. del E.).
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Por Lucina Bravo
Caminaremos juntos debajo del paraguas
danzando al ritmo de las gotas.
Si acaso alguna
mojarte osara,
te secaría con un beso.
Cantaremos las canciones
de los enamorados,
beberemos el elixir
brotando en nuestros cuerpos;
embriagados de dicha
recorrerán nuestra piel
los aguaceros.
Tú me cubrirás con tu piel
y yo destronaré tu erguido sexo.
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…la lluvia que busca débil talle
o la fiebre del mar de inmenso rostro…
Federico García Lorca
¿Qué buscas en mi cuerpo? ¿Lozanía?
Estuve por la playa casi tarde,
que me ha robado el túnico del aire
y el frágil resplandor de mis hebillas.
No quise despojarme de las cintas
y de ese cascabel que he de entregarte
el día que prefieras secuestrarme,
cuando renuncie el mar a su vigilia.
¿Qué buscas en mi cuerpo? ¿Calenturas?
¿Tan loca te parezco, tan perversa
que ofrezca de la arena fría almohada?
Detente a contemplar. Salió la Luna.
Ya puedes distinguir, pobre poeta,
que soy la triste sombra de un fantasma.
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