Por Lucio Pérez 

 

            ..el cocuyo al verlo triste
            de luz le viste el umbral,
            juntos esperan que el cielo
            mañana vuelva a brillar.
               
                Olga Lidia Martínez


Visten de timidez lo desconocido
sus sueños son ríos
que suben y se rompen
en nubes de aguaceros.
Ellos no saben las noches
que le faltan al tiempo,
sus soles son eternos
y hablan de cocuyos,
de mariposas que embarran de luz los caminos.
Hay tanto que aprender
para que el fruto no adelante a la floresta.
Aprender de sus silencios

Por Ana L. López

 

Una mujer que es una fierecilla
hasta que la tocas con la punta de la lengua
hablar o lamer
escojo por donde menos me conozca.
Me otorgaron el placer de aniquilar mujeres
una mujer que es dulce como la miel hasta que te vuelves mar
mojar su orilla o arrastrarla hasta el fondo
elijo mojarle la punta de sus senos.
Una tocó mi puerta
era de esas difíciles de matar
de las que no se domestica
de las que hablan con los ojos
ojos negrísimos como el océano en la noche
una abeja reina con su lanza dispuesta a morir
la miré y mis piernas se aflojaron
en el cuello del abrigo traía huellas de nieve y alpiste
en los bajos del abrigo restos de barro y flor
pero sus botas limpias mostraban su paso
entonces figuró una sonrisa

Por María R. Martínez


 
             (Reto que nos hace Félix Jorge Almarales)


La décima en el espejo
parece que está al revés
y si la miro otra vez
de diez versos es reflejo.
No hace falta catalejo
es una estrofa sencilla,
enlazo una redondilla
con otra, si tejo un puente
y si escribo de repente
¡la décima es maravilla!

¡La décima es maravilla!
y si escribo de repente
con otra, si tejo un puente
enlazo una redondilla.
Es una estrofa sencilla,
no hace falta catalejo,
de diez versos es reflejo
y si la miro otra vez
parece que está al revés
la décima en el espejo.

 

Por Ana Lisandra López

 

y me deje en un movimiento ordinario en la esquina de la cama
soltando palabras sin coherencia
con el cántico del ruiseñor
ahora que tengo un falo inexistente y entra mordaz
por su cueva de ángel.
Mientras la atravieso
me aferro a su boca
dice algo que no entiendo
o no quiero entender
ella tiene la culpa
por enseñarme que la crueldad tiene su lado rosa
sabor a manzana verde
olor a selva mojada.
Puede ser que un día me ataquen las dos
ella más que la culpa
un ángel puede perder sus alas
volverse perverso.
La culpa dejará de ser
cuando esté en la esquina de mi cama

Por Virgilio Piñera 

 

Aunque estoy a punto de renacer,
no lo proclamaré a los cuatro vientos
ni me sentiré un elegido:
sólo me tocó en suerte,
y lo acepto porque no está en mi mano
negarme, y sería por otra parte una descortesía
que un hombre distinguido jamás haría.
Se me ha anunciado que mañana,
a las siete y seis minutos de la tarde,
me convertiré en una isla,
isla como suelen ser las islas.
Mis piernas se irán haciendo tierra y mar,
y poco a poco, igual que un andante chopiniano,
empezarán a salirme árboles en los brazos,
rosas en los ojos y arena en el pecho.
En la boca las palabras morirán
para que el viento a su deseo pueda ulular.
Después, tendido como suelen hacer las islas,
miraré fijamente al horizonte,
veré salir el sol, la luna,
y lejos ya de la inquietud,
diré muy bajito:
¿así que era verdad?

Por Lucio Pérez

 

            ...bajo la luz ,dentro de la luz, todo es posible: incluso la sombra.
              

                                      Virgilio L. Lemus


Quiero encontrar la fecha de un diciembre
cuando el abrazo se convertía en la última molécula a la esperanza
y los besos colgaban de la risa
en el postrero discurso de la noche.
Las manzanas hoy se hospedan en el tiempo,
las uvas penden donde un día sonaron las campanas.
Mientras tanto, aquí estamos
mordiendo los silencios de un naufragio, redescubriendo
diciembres en instantáneas,
porque el tiempo es explicable, cuando Ítaca muestra lo que cargamos en el viaje.
Quiero saber la fecha de un diciembre
aunque sea en el último recodo de lo cotidiano. 

 

 

Por Rosa A. Cohalla

 

Se ha desgranado en mi boca sonatina de cristal
y al arpegio de mi risa se ha formado un madrigal.
Se ha ocultado en el ocaso la pena que me hostigaba,
ahora nace en el poniente el amor que yo soñaba.
Ya se fueron mis tristezas en un negro funeral,
ahora se viste de blanco anhelante mi ideal.
He sepultado muy hondo, mi nostalgia, mi penar
porque de un beso han florecido, nuevas ansias de soñar.

 

No me hables de amor

No me hables de amor si no lo sientes
o si cobarde ante el destino temes
que el amor es escudo que hace fuerte
para vencer las locas tentaciones.
El amor es la savia que fecunda,
es la vida que en vida se convierte
es como el sol que todo lo ilumina
para brillar más allá en la muerte.

Por Taimí Blanco

 

Frente al mar,
desnuda, 
entre mareas y afilados arrecifes,
los alcatraces dinamitan sus pupilas,
las olas dialogan.
Poco sé de marinería,
no más que anudar y desatar nudos en mi alma,
navegar a ratos la memoria,
desembarcar en puertos del recuerdo.
Es una playa de sales,
—recuerdo—
lágrimas antiguas,
eterna convocación a la nostalgia.
No olvidar, no olvidar...
— olvidar—.
Aunque duela y muerda,
aunque inquiete el perdón,
la despedida...

Por Agustín R. Serrano

 

            Los discursos las distancias
            Las promesas o el dolor
            No son más que fantasías
            Que entretienen la razón.


                        Raúl Paz


Estoy solo navegando
entre libertad y espera.
Mi sueño cambia de acera
pero no cambia de bando.
Nadie ha confesado cuando
van a complacer las ansias.
Hay un eco de sustancias
por tantos años perdidos
y siguen en mis oídos
los discursos, las distancias.

Por Olga L. Robaina

 

¿Acaso puede la aurora
enamorarse del cielo?
Quizás... si de tanto anhelo
se le va rompiendo el alma.

Quizás... ansíe la calma.
Quizás... suspire un desvelo.
Quizás... hasta envidie el vuelo
de la lluvia cuando canta.