Por Julio Alayón Morales

 

De una tarde cuando llueve
trillos nuevos se perfilan,
y nubes rotas deshilan
su algodón sobre el relieve.
El ganado vuelve y bebe
pero sus cansinos cascos,
rompen como finos frascos
con sus pausados reflejos,
los naturales espejos
que dejaron los chubascos.

Se abrieron como cortinas
los párpados de tus ojos,
tan verdes como manojos
de álamos en las colinas.
Pero si en raras neblinas,
una tristeza los mueve:
tus ojos, pecas de nieve
rotas de un amargo frío,
dibujan el goterío
de una tarde cuando llueve

Por Alejandro Muñoz Aguilera 

 

            De una tarde cuando llueve

                      Luis Gómez


De una tarde cuando llueve
—me dijo Dios— atesora
cada lágrima, incorpora
todo el índigo al relieve
de tu iris.
                 Veintinueve
de abril: crepúsculo, (un dardo
fue su mirada)
                           Yo guardo
—le digo a Dios— como lluvia,
su aroma, que aún diluvia
sobre mi cuerpo gallardo.

Por Yamily Díaz Ortiz

      

Ama el modo en que ignoras que tú existes.
         
               Luis Rogelio Nogueras


No encuentro las palabras
para salvar el cisne,
de esa extraña lujuria que lo envuelve,
pudiera devolverlo,
dejarlo quieto en nuestros ojos,
cometa incircunciso
escapado a mis pechos omniscientes.
Sus hijos son jinetes
que golpean el viento
y atraviesan estrellas
con espejos que asuelan los endriagos.

Por Irelia Pérez

        (A la memoria de mi hermano Nelito)

 
Un jirón de mi sangre ya no es,
se pudre entre raíces con la sombra.
¿Ya no recuerda el verso   ni me nombra?
¿Dónde late el mañana de sus pies?

Con la niebla pasea.    En el envés
nuestra infancia es un puente que se escombra.
Cose con hojas muertas una alfombra
este jirón de sangre sin después.

El río mutilado gime y arde,
se alimenta en el rúbeo de la tarde,
le incrustan al capuz los peregrinos.

Baja a la soledad de mis terrores
y vuelve      reventando en surtidores,
para sembrar de estrellas los caminos. 

 

 

Por Lucina Bravo

 

Soy libre de escribir lo que quiero, lo mismo en el firmamento que en el vaivén de una ola... Soy libre de escribir lo que quiero, lo mismo en el silencio que en el cantar de una caracola. Soy libre de escribir lo que quiero cuando tú me besas en mis sueños, en una noche de lluvia, sonando en los aleros. Soy libre de escribir lo que quiero, cuando yo callo, y tú me sorprendes en el silencio.... 

 

 

Por Ulices Trujillo

 

Quiero saber de mí las cosas que nunca me he contado. Definitivamente beber algunas copas y liberar la piel de tantas cicatrices. Entrelazar los dedos y no dejarme ir sin una caricia consecuente. Quiero hacerme el amor y susurrar en mi oído quizás un poema de Buesa, mentirme como hacen todos, fingir que estoy cómodo conmigo mismo, y volver de nuevo la boca sobre el vientre. Me quedaré así abrazado en solitario hasta dormirme, sabiendo que mañana ya no estaré en la otra mitad de mi existencia. 

 

 

Por Hansrruel Aldana

          De una tarde cuando llueve
               
                    Luis Gómez

 

De una tarde cuando llueve
se me ha caído tu ausencia,
y el cielo pide clemencia
con un rechinar de nieve.
Sobre el crepúsculo breve
la tarde, ingenua se agota,
y en el horizonte explota
un espejismo cobarde,
porque se ha roto la tarde
sin aceptar que está rota.


Me queda apenas el llanto
del sol por un precipicio.
Todo se fue, y acaricio
la nostalgia hecha quebranto.

Por Eduardo Daniel González


Entremos, pues, a las llagas del cuarto,
adonde la madera solloza y es penumbra
el crujir de la nostalgia. Al fondo,
una pared de alma gris y pobre,
sucia de sombras, pero a salvo
de noches y trenes en la garganta
—¡oh, la pared: aquella y las otras,
también atentas a las conversaciones
ruinosas del asombro!
Mis pasos abrazan la quietud del grito;
son los bramidos de las bisagras
como un susto a conciencia
en las ventanas del día;
como un susto de tiempo, sí;
como un susto.
                              Aquí la calma,
grabándose en el aroma tan suave
del silencio,
invita, claro está,

Por Miguel Á. González 

 

Como es tan hermosa foto,
más difícil es pintar
con el verbo. Cielo, mar,
nubes en suave alboroto.
Astro en un pellizco roto
que le da brillo a la escena,
un ojo que no se apena
de admirar a la montaña,
y una fina telaraña
de gotas sobre la arena.

 

 

Por Anisley Fernández 

 

crece el olivo
en la cosmovisión del patio

la mujer-semilla se adhiere
al alba
entre surcos de tinta

qué soy, me dice,
contrapicado

la tarde sabe a higos,
damascos, caletas...

ayer bebí de un ángulo
muy agudo
donde pude arrepentirme