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Amo a una mujer pequeña
 con labios de miedos
 con voz azul;
 una mujer plausible
 que cosquillea en mi cuaderno.
 
 Ella entrelaza mis horas
 conmueve
 con las vestiduras de su risa
 mientras cabalga
 en la rectitud de un sueño.
 
 Amo a una mujer pequeña
 como flor insomne        
 diminuta...
 Inequívocamente cabe
 en la vanidad
 de mi beso.
 
 De Sed de viernes
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Ya la maleza inunda el tanque herrumbroso
Que daba de beber a los trenes de antaño,
En su fisonomía se dibujan los años
Y el reino del olvido se yergue poderoso.
Como un ser obsoleto, antiguo y oxidado
Como un custodio insomne, insistente, inmovible,
Pasa el tiempo y tú sigues presente y olvidado
A los ojos de tanto paseante inconmovible.
Eres testigo quieto, callado, inderrotable,
Aunque sé que algún día caerás sobre ti mismo
Y dejarás un hueco de luz en esta historia.
Y barrerán tu cuerpo metálico y afable,
Tu cadáver de hierro rodará en el abismo,
Pero nadie lo podrá borrar de mi memoria. 
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Como si hubiera amanecido de repente
 Abrí los ojos a la luz del día
 Mientras el sol en infamante orgía
 cruzaba por el cielo dulcemente.
 
 Como un rayo divino en el relente
 De aquella madrugada oscura  y fría
 Vi como se escapaba por la lejanía
 El místico rumor de un ser ausente.
 
 Puede que un resplandor siempre presente
 Sospechado pero nunca cierto
 Hubiera despertado mi confianza.
 
 Pudiera ser, quién sabe, si el silente
 Sonido de un recuerdo ahora muerto
 Renaciera desandando mi esperanza.
 
 7 de diciembre de 2023/Rodas/7a.m. 
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Por Osmel Valdés
El muerto  se murió antes de morirse
 Se fue sin que esperara la esperanza
 Balanceó el desbalance en la balanza
 Se despidió antes de despedirse
 Estaba ido, aún antes de irse
 No despertaba aunque estuvo despierto 
 Soñando un sueño roto tan incierto
 Que no alcanzó a nombrar mientras nombraba
 La muerte que en silencio lo mataba
 Y se murió, estando apenas muerto.
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Todos tenemos una amiga
 de ojos tristes.
                         La mía
 es una esfinge cuyos ojos
 despiertan no sé qué cantidad
 de olvidos.
 Suelo obsequiarla con miércoles
 o jueves
                recién cortados
 y con breves paseos
 por mi historia personal.
 Ella responde a mis obsequios
 con sonrisas generosas
 mientras sus ojos atardecen
 en los míos.
 
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Por Ana L. López
Entre los que abren puertas y los que tiran de ella, están los dueños de su propio destino. Los que salen por ventanas o rompen las paredes, esos son los que saben hacia dónde quieren llegar sin importarles el precio. A veces hay quien te abre una puerta aparentemente gratis, pero no logras pasar por ella hasta que pagas, en ocasiones el doble y no sales con el éxito preanunciado. Yo, después de intentar pasar puertas y ventanas, rompí, rompí hasta con las expectativas de algunos. Al inicio uno siempre quiere ser orgullo de mamá y papá, luego de amigos y pareja, hasta que te lavas la cara, el cerebro y wake up que la vida es tuya. Fui rompiendo paredes, vendiendo los ladrillos, expectativas. Y es que ya las puertas me dan mala vibra, es confuso. La puerta del infierno, decía abuelo, está teñida de lindos colores y la puerta de la panadería es fea, mugrosa. Wake up, me repito, ya está bueno de pagar o regalar sonrisas. Si llego que sea saltando muros, rompiendo estereotipos, soltando compromisos, sin importar los dueños de puertas o los que se aferran a ellas. No siempre has de salir por una para hallar el camino.
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Por Hansrruel Aldana
Un hombre anda incompleto por la vida,
 se le ha escapado la mitad del alma.
 Un hombre anda sin voz, sin luz, sin calma,
 con el terror atroz de algún suicida.
 El hombre ya no encuentra la salida
 del miedo tan pueril que lo atraganta.
 Un nombre de mujer en su garganta
 termina por abrirle más la herida.
 Un hombre me convida en el espejo,
 a ser el necio que otra vez intenta
 buscarse en la mitad que lo alimenta.
 Ansioso de encontrarse en el reflejo,
 decide que esperar es muy complejo,
 y vuelve a repetirse por su cuenta.
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Por Taimi Blanco
Al cruzar Pasacaballos,
 la Fortaleza de Jagua
 es pueblo a los pies del agua:
 crestas de furiosos gallos.
 Del ruedo, la espuma y rayos
 conjuran en el bramido
 ese misterio que ha sido
 por el eco legendario:
 dama, cañón y sudario
 están en el mar dormido.
 En tu leyenda de sal,
 —relatan tus almenas— 
 un hombre cosecha penas
 tras  un amor fantasmal.
 Ave nocturna, frugal,
 a su espectro se le adhiere.
 La dama sin velo hiere
 bajo el ojo del espanto;
rosas devela en el manto
 y ya sin espinas muere.
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Se enamoraron tus ríos
 bajo una manta de flores,
 bebiendo de sus colores
 para alimentar los bríos.
 Por los remansos umbríos
 viaja lentamente un ave,
 cual símbolo que se sabe
 de tu tierra y de tu cielo
 y hace cruces en su vuelo
 antes que la noche acabe.
 Un graznido de esperanza
 llega a las aguas desnudas,
 el eco borra las dudas
 despertando la confianza;
 porque en esta tierra mansa
 no se admira al que blasfema,
 sino al que encuentra la gema
 de la virtud, sólo en los
 giros que le da a su voz
 para decir un poema.
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Por Clara Lecuona
Voy a tus ojos entera.
 Abrazo, toco la fragua
 partida en sueños y en agua
 de este tiempo que lacera.
 Indolentes a la espera
 así, en sus olas cantamos
 de tanto que ya aguardamos,
 de tanto ir, desandar:
 quiere decirme algo el mar.
 
 El mar y yo nos miramos.
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