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Por Ulices Trujillo
Es cotidiano el paisaje
 cuando el ojo se acostumbra
 y sabe a luz la penumbra
 ponzoñosa del ultraje.
 Un paso parece viaje
 en la quietud de la espera,
 cubre de nubes la esfera
 bajo el grito de un farol
 y se me antoja que el Sol
 ha bajado la escalera.
 
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Por Nicolás Guillén
La aldea es ya ciudad, mas no por ello
 se piense que dejó de ser aldea:
 en las calles el pueblo caga y mea
 sin que el ojo se ofenda ni el resuello.
 
 Paciencia hay que tener más que un camello
 con el agua podrida y la diarrea,
 y quien de noche ingenuo se pasea
 a escondido puñal arriesga el cuello.
 
 Moscas, mosquitos, ratas y ratones,
 polvo hecho fango, charcas pestilentes,
 fiebres malignas, chancros, purgaciones,
 
 contagio son de bestias y de gentes,
 bajo un sol de ladrones y gritones
 y una luna de dientes relucientes.
 
En El diario que a diario, La Habana, Ediciones Unión, 1972, p. 20.
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Por Gastón Baquero
Emilio convalece, la barba se le viste
 de una grama sutil, una fina corteza
 que es un musgo terrestre, y un signo de lo triste
 dejados al marcharse remota la pureza.
 Ya comienza a inquietarse por todo lo que existe
 detrás de los murmullos de su hogar fortaleza.
 Ya le importa la fiebre deslumbrante que insiste
 en decorar su sangre e incendiar su cabeza.
 Yo he visto en su escalera una sombra partiendo.
 Algo pide que salga, que salga y que ría
 porque viene el Otoño, viene construyendo
 con sus aires serenos, con su grave alegría,
 un reino que consiste en irnos descubriendo
 el rostro de la nieve lejano todavía.
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Por Pablo Rigal
La música de tu cuerpo
 es una música extraña
 que por las noches se suda
 y por el día se canta
 quiero tocar en tu vientre
 lo que el viento me regala
 ese aroma de jengibre
 que de tu pecho se escapa
 oh mujer, vestido breve
 que te pones en la cama
 quitártelo yo quisiera
 con mi boca, con mis ganas
 la música de tu cuerpo
 es como un chelo en la sala
 y cuando llega a mi cuarto
 se convierte en serenata.
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Por Lucina Bravo
Te busco en el amanecer, en la noche, en el silencio.
Te busco en el polvo, en el agua, en el viento.
Te busco en el parque, en una cola, en el silencio.
Te busco en la algarabía de los niños, en un libro, en un verso.
Te busco en mis pasos, en la luna, en el metro.
Te busco en mi habitación, en mis rutinas, en mi lecho.
Te busco en esta dimensión y no te encuentro.
Te busco en todo mi mundo y me entristezco,
porque te busco como loca y no te encuentro.
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Por Rosa A. Cohalla
Como el cóndor que vuela y llega al cielo
así en esfuerzo tesonero altivo
llevo al papel mis ansias y mi anhelo
y con la péñola del alma escribo.
Subiendo paso a paso esta  pendiente
y borrando las neblinas de mi ira
como el que nada sabe… nada siente
de ese mundo exterior que nos rodea.
Y cual planta perenne marchitada
por un sol de primavera que flamea,
muevo la barca de esta vida airada
con la enorme palanca de la idea.
Es inmenso el placer que experimento
cuando encuentro un amigo en mi jornada;
el mundo es un calvario, es un tormento
sin la dulce amistad es nada.
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Por Osmel Valdés
Habitan en ti todas las sombras y las bestias conformes.
 Los abismos del bien.
 He dicho tu esplendor sin pronunciar el ojo, ni el salitre,
sin que te anuncies llena sobre el plato.
 Trae tus peces de alquitrán.
 Tus mieses.
 Yo pondré un cielo en ti de crisantemos y menguarás despacio,
 inofensiva
 como si no fueras la casa de otros seres.
 Como si no fueras el quicio de esta casa.
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Por Mailin Castro
La esposa del poeta marca
 la primera fila.
 Lugar doloroso desde donde
 observa cada parto de luz.
 Entiende además de las
 mutilaciones del feto
 y sabe de que están hechos.
 La esposa del poeta sabe
 atravesar realidades
 y saborear las tristezas.
 Su aroma dulce y su sabor amargo.
 Lleva todo el peso de la escritura.
 Maneras sutiles de morir y de parir hijos
 imperfectos.
 Sabe cómo suicidarlos antes del nacimiento
 y salvarlos cuando son necesarios
 Nacidos de esternón.
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Por Lucio Pérez
            ..el cocuyo al verlo triste
            de luz le viste el umbral,
            juntos esperan que el cielo
            mañana vuelva a brillar.
               
                Olga Lidia Martínez
Visten de timidez lo desconocido
 sus sueños son ríos
 que suben y se rompen
 en nubes de aguaceros.
 Ellos no saben las noches
 que le faltan al tiempo,
 sus soles son eternos
 y hablan de cocuyos,
 de mariposas que embarran de luz los caminos.
 Hay tanto que aprender
para que el fruto no adelante a la floresta.
 Aprender de sus silencios
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Por Taimí Blanco
Buenos días, gente linda. Llevo días sintiendo un estado de vacío. Entre ustedes y el paisaje me han dejado en un estado de búsqueda, de reflexión, de añoranzas... Aún veo rostros de niños, gentes mayores, la liturgia de los caos sobre los algarrobos, los altos cerros girasolados en sagrada comunión con Dios y esa honda pena de desesperanza que atravesó mis pupilas para agarrarme por dentro de manera que no puedo desprenderme. Luego, el ruido de la “guarandinga” devorando el paisaje y sus “corcovios” briosos como un semental libre. Y de nuevo la gente que te sirve y te atiende con atención y gracia haciéndote sentir un embajador. Y nuestros chistes, risas, también enfados/desenfados, euforias y mis impertinencias... Todo un “combo” que guardo por estos días bien registrado en la memoria y el cuerpo, cruzándome el alma en esta suerte de viaje por uno mismo.
 Esta crónica la autora escribió a partir de sus experiencias como partícipe del Festival de Cuentería “Cumanayagua Cuenta”, efectuado entre el 16 y el 20 de noviembre de este año 2023 en el macizo montañoso del Escambray o Guamuhaya Cienfueguero, auspiciado por el grupo Teatro de los Elementos. (N. del E.). 
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