Por José Martí


Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
—Flor de mi seno, Homagno generoso
De mí y de la Creación suma y reflejo,
Pez que en ave y corcel y hombre se torna,
Mira estas dos, que con dolor te brindo,
Insignias de la vida: ve y escoge.
Este, es un yugo: quien lo acepta, goza.
Hace de manso buey, y como presta
Servicio a los señores, duerme en paja
Caliente, y tiene rica y ancha avena.
Esta, oh misterio que de mí naciste
Cual la cumbre nació de la montaña,
Esta, que alumbra y mata, es una estrella.
Como que riega luz, los pecadores
Huyen de quien la lleva, y en la vida,
Cual un monstruo de crímenes cargado,
Todo el que lleva luz, se queda solo.

Por Irelia Pérez


          “¡Tanto amor y no poder nada

          contra la muerte!”
             
                      César Vallejo

              Para Nelito, in memoriam


Bajo una torre orgullosa
de su admirable esbeltez
cobijó nuestra niñez
cada espina y cada rosa.
Tibio olor a pomarrosa
danzaba por aquel llano.
Le esculpimos al lejano
horizonte su perfil
de senos malva y añil.
¿Ya no te acuerdas, hermano?

Por Antonio Borrego (Tony)

 

Alguien derribó el portal
y se fue como quien huye.
El tiempo todo lo engulle:
el canto, la fe, la sal…
Donde tierra, lodazal,
donde alegría, punzada,
donde yo tuve una almohada
existe una mancha gruesa
y donde estuvo la mesa
hay una ausencia sentada

De Glosas y azares

 

 

Por Anisley Fernández 


No hay reloj.
Hablan del aceite en la otra vuelta
pero yo no estoy aquí.
La última vez me vieron tirando mis cabellos,
partiendo bastones.
Me vieron, con el taladro,
agasajar a los últimos traidores,
traficantes,
enfermos mentales.
Y desaparecieron todos.
Soy un montón de sesos chillando.
Soy tu cabeza en la pared
mordiéndose...
¡AHGGG!
¿Para qué me venden?
Para que aúlle así, para que aúlle.
Porque les suda la vida ante el aullido

Por Neiby Cisnero


              Lo que vive y se convierte
              en pasado que se olvida,
              es la parte de la vida
              que, siendo vida, ya es muerte.

                         El Indio Naborí


En el ocaso del día
se produjo el despertar:
el sueño en que levitar
estremece el alma mía.
Una oleada de alegría
promovió mi helada inerte:
una sensación tan fuerte
estremeció mi razón,
y en vendaval de ilusión
lo que vive se convierte.

Por Neiby Cisnero

 

Tu verbo enciende mi llama.
¿Qué culpa voy a sentir?
¿Acaso no he de vivir
lo que mi cuerpo reclama?

Reclama que mi fragancia
se destile de pasión.
Sabes que mi corazón
se acelera en la distancia.

Distancia que se dilata,
me desepera, ilusiona.
(El corazón no razona
cuando de amores se trata.)

Trato de amasar el verso
para vivir lo soñado.
¿Es que no te has percatado
de que tú eres mi universo?

 

Por Jorge Sosa


                     lo que vive y se convierte.
                     en pasado que se olvida.
                     es la parte de la vida
                     que siendo vida ya es muerte. 

                               El Indio Naborí


La vida es una aventura,
placer, dicha, sufrimiento,
el llanto del nacimiento
converge en la sepultura.
El que siembra paz augura
la cosecha de la suerte
y solo clava la muerte
pecadora en una cruz,
como la clavó Jesús,
lo que vive y se convierte.

Por Olga L. Martínez


Te amo. En esta
soledad
de grillos y silencio.
En este
ronquido lejano
de mamá
y el ruido
de cada tecla al marcar.
Te amo
en este cansancio donde
dejo caer mi sueño
en una almohada
que pesa en mi cabeza.
En esta soledad
sin rostro
aún
me falta tu luz. 

 

 

Por Lucio Pérez


...Tu pasado tiene un brillo que no para de crecer.


                Carilda O. Labra

Las frases se quiebran en el aire
y la alabanza es un gastado gesto
que pierde claridad en la intemperie.
Un canto celestial se escucha
convertido en anestesia a los oídos,
me juego mis girasoles a los dados
pero la noche los descubre devorando la luz de sus espigas.
No quiero entregar las bridas
mientras en mí habiten los deseos.
La noche es inclemente
pero decido dar vida a los vivos,
los muertos
recibieron el latido justo
cuando se secaron sus orillas.

Por José A. Fulgueiras


Montaña en flor

Tus senos, tus tibios senos
son dos montañas inhiestas
donde yo arribo a las crestas
sorteando abismos ajenos.
Con tus pezones morenos
fundo mi apacible altar
que me consiente rezar
como un cándido beato;
después me despeño un rato
y luego vuelvo a trepar.

 

Marinero

Yo quiero entrar por tu espalda
bogando desde tus besos;