Por Sylvia Zárate Mancha

 

El rumor

 

El auto deportivo rodaba por la ciudad, en él iban una pareja de jóvenes novios, Octavio y Melania. Era domingo y disponían de la tarde noche para ir al cine, pasaban una de esas películas que hay por cientos. Llegaron a tiempo para comprar los boletos. Octavio abrazó a su novia y la condujo al interior de la sala en penumbras. Había únicamente dos áreas de butacas, las separaba un estrecho y largo pasillo.

Por José Gutiérrez Llama

 

                     —rimas para mi muerte—

                                       Seco el lecho del río, medio lleno de hojas.
                        Nosotros, que escuchábamos otro río en los árboles.

                                                                                   Seamus Heaney

me hago gris,
gris como los andadores
desiertos de sentido,
     pisadas que van     vienen,
huellas que apenas se distinguen,
se montan una sobre otra
     y descuellan,
el instante que tarda
una goma de mascar en caerles encima,
el polvo que sobrevive en la calle,
     la suela de un zapato,
o el escupitajo de la inadvertencia


me hago gris,
trago la bruma del cielo
    encapotado,
me desvanezco entre sus holanes,
clavado de pies
                    a la fugacidad del cometa,
a su lengua de fuego,
a su brillo quebradizo     breve,
imperceptible para quienes duermen de noche,
     … o se rompen a arañazos

Por Charles Bukowski

  

Así que quieres ser escritor


Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.

A no ser que salga espontáneamente de tu corazón, 
de tu mente, de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.

Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
o clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras
no lo hagas.

Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.

Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.

Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.

Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,
espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.

Si primero tienes que leerlo a tu esposa,
a tu novia, a tu novio,
a tus padres o a cualquiera,
no estás listo.

Por Paul Auster

 

Fragilidad del alba...

 

Fragilidad del alba: en el límite
de tu lámpara oscurecida: aire
sin palabras: flor de ceniza, corola
plegada. Desde el más pequeño
de tus soles, retienes
la escaldadura: vaina
de luz aplacada. Tu palma
en barbecho: su semilla
entrando en la mudez. Más allá de esta hora, el ojo
te enseñará. El ojo aprenderá
a desear.

Por Rubén Darío

 

 Abrojos

Lloraba en mis brazos vestida de negro,
Se oía el latido de su corazón,
Cubríanle el cuello los rizos castaños
Y toda temblaba de miedo y de amor.
¿Quién tuvo la culpa? La noche callada.
Ya iba a despedirme. Cuando dije "¡adiós!",
Ella, sollozando, se abrazó a mi pecho
Bajo aquel ramaje del almendro en flor.
Velaron las nubes la pida luna...
Después, tristemente lloramos los dos.
¿Que lloras? Lo comprendo.
Todo concluido está.
Pero no quiero verte,
Alma mía, llorar.
Nuestro amor, siempre, siempre...
Nuestras bodas... jamás.
¿Quién es ese bandido
Que se vino a robar
Tu corona florida
Y tu velo nupcial?
Mas no, no me lo digas,
No lo quiero escuchar.
Tu nombre es Inocencia
Y el de él es Satanás.
Un abismo a tus plantas,
Una mano procaz
Que te empuja; tú ruedas,
Y mientras tanto, va

Autor anónimo

 

Mañanita de San Juan,
mañanita de primor,
cuando las damas galanes
van a oír misa mayor.
Allá va la mi señora,
entre todas la mejor;
viste saya sobre saya,
mantellín de tornasol,
camisa con oro y perlas
bordada con cabezón.
En la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor;
en la su cara tan blanca
un poquito de arrebol,
y en sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol;
así entraba por la iglesia
relumbrando como sol.

Por Cesare Pavese

 

El paraíso sobre los techos

 

Será un día tranquilo, de luz fría,
como el sol que nace o muere, y el vidrio
encerrará el aire sucio, fuera del cielo.


Despertaremos una mañana, una vez para siempre,
en la tibieza del último sueño: la sombra
será como la tibieza. Llenará la habitación,
a través del ventanal, un cielo más grande.
Por la escalera que subimos un día para siempre,
no llegarán más voces ni rostros muertos

Por Antonio Machado

 

 Retrato

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
-ya conocéis mi torpe aliño indumentario-,
mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y más que un hombre al uso que sabe su doctrina
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Por Francisco Quevedo

 

Miré los muros de la patria mía
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.

Salime al campo, vi que el sol
bebía los arroyos del hielo desatados
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó la luz al día.

Entré en mi casa, vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en qué poner los ojos
que no fuera un presagio de la muerte.

 

 

Por Carlos Garrido Chalén

 

Un árbol sembrado en el viento y en el tiempo

 

 

Hay días en que las tardes
 parecen una mala palabra
       engendrada en la boca del sol;
y la vida, un crucigrama,
       en el que hay que hacer entrar
       la razón en todos los espacios.

Y entonces descubrimos
       si somos cabeza o somos cola
       en el mundo vital o fatal
       que hemos creado;

ramas o raíz de un árbol
       sembrado en el viento
       y en el tiempo por la nada.