¿Quién entona sobre mi paz?
Poseo innúmeros rostros: acertijos grabados
en la arena, y palabras; ingenuas palabras,
más otro rostro que me negaron los espejos.
Algo de mí ha muerto en los naufragios.
Dormir quiero como esas bestias en remotas
playas, y ganar a las gaviotas los insectos.
¿Quién entona por fin?
Toda mi paz, ha muerto en los naufragios.
La carne invariable
Acordonarse los zapatos a la fuerza.
Encontrar cada mañana al sádico.
Defecar por otros órganos.
Vivir las edades biológicas de nieve.
Desmoronarse en otro cuerpo.
Creerse precariamente Dios
y ser la invariable carne de los siglos.
No poseer más oros que la muerte
y espantarnos como animales,
de nuestra propia sombra.
Tomado de: Antología de la nueva poesía cubana (1970–2010). (N. del E.)