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1.- Rolando Revagliatti: ¿Qué libros tenés previsto publicar? ¿Tenés dramaturgia sin estrenar?
Wenceslao Maldonado: Espero que aparezcan tres libros que tengo ya diseñados desde hace tiempo: Nocturno siciliano, poemas de Sicilia escritos entre 1990 y 1993, algunos de los cuales fueron editados en Italia, ya que en esos años yo vivía en Troina, Provincia di Enna. La serie Strade di Troina (calles de Troina) fue publicada por mi amigo Luigi Ruberto, con quien pensaba editar un libro de narrativa, escrito conjuntamente en italiano y español, que se iba a llamar L’incontro (El encuentro), proyecto pospuesto, pero no depuesto… Y tengo además dos libros de narrativa listos, la novela mitológica Hipócalo. Pasión de hombre y caballo, sobre el Sagitario, y una colección de cinco nouvelles sobre mis ancestros imaginarios: Bienes de familia.
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Yo no te buscaba,
Juro que no buscaba nada,
Pero apareciste tú,
Tan lleno de luz y alegría,
Y yo, tan sombra y melancolía.
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A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.
¡No sé qué tiene la aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo
no puedo venir más lejos!
Ni estoy bien ni mal conmigo;
mas dice mi entendimiento
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.
Entiendo lo que me basta,
y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí mismo
un ignorante soberbio.
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mi locura levanta
su barrilete de fantasía
por cielos de libertad en las esferas
más azules de la altura
y despliega
(creo que sin vergüenza)
todo su deseo de un baile despreocupado
(ante el quiebre de las censuras)
todo el gesto de sus brazos y sus piernas
(ante la burla del conformismo ciudadano)
toda la algarabía de su vestido en giros
(ante el malhumor que no respeta)
y mira lo que es
en el espejo interior del sentimiento
(en la carta de identidad de su existencia)
y baila baila baila
a viento suelto a cielo abierto
y ríe ríe ríe
la risa cuanto se quiera
mientras el cuerpo define
en el aire enloquecido de la altura
la elección del movimiento
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Por Eduardo Galeano
Hace unos cuatro mil quinientos millones de años, año más, año menos, una estrella enana escupió un planeta, que actualmente responde al nombre de Tierra.
Hace unos cuatro mil doscientos millones de años, la primera célula bebió el caldo del mar, y le gustó, y se duplicó para tener a quién convidar al trago.
Hace unos cuatro millones y pico de años, la mujer y el hombre, casi monos todavía, se alzaron sobre sus patas y se abrazaron, y por primera vez tuvieron la alegría y el pánico de verse, cara a cara, mientras estaban en eso.
Hace unos cuatrocientos cincuenta mil años, la mujer y el hombre frotaron dos piedras y encendieron el primer fuego, que los ayudó a pelear contra el miedo y el frío.
Hace unos trescientos mil años, la mujer y el hombre se dijeron las primeras palabras, y creyeron que podían entenderse.
Y en eso estamos, todavía: queriendo ser dos, muertos de miedo, muertos de frío, buscando palabras.
Tomado de Bocas del tiempo. (N. del E.).
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Por Mahatma Ghandi
Voy a seguir creyendo, aun cuando la gente pierda la esperanza.
Voy a seguir dando amor, aunque otros siembren odio.
Voy a seguir construyendo, aún cuando otros destruyan.
Voy a seguir hablando de paz, aún en medio de una guerra.
Voy a seguir iluminando, aún en medio de la oscuridad.
Y seguiré sembrando, aunque otros pisen la cosecha.
Y seguiré gritando, aún cuando otros callen.
Y dibujaré sonrisas, en rostros con lágrimas.
Y transmitiré alivio, cuando vea dolor.
Y regalaré motivos de alegría donde solo haya tristezas.
Invitaré a caminar al que decidió quedarse.
Y levantaré los brazos, a los que se han rendido.
Porque en medio de la desolación, habrá un niño
Que nos mirará esperanzado, esperando algo de nosotros.
Y aún en medio de una tormenta, por algún lado saldrá el sol.
Y en medio del desierto crecerá una planta.
Siempre habrá un pájaro que nos cante,
Un niño que nos sonría y una mariposa que nos brinde su belleza.
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Por María Herrera
La noche no cesa su oscuridad
ni aun, entre los rayos áureos.
Las culpas exoneradas
del planeta de tus fábulas rotas
y mis yo, deambulan en ruta incierta.
Busco porqués entre tu espiral que,
sin retorno,
los labios enrojecidos de fatiga
enuncian entre murmuraciones:
¿roca, corazón?
Heme aquí,
en el nido de tu verdad en nudo:
¿Gitano es tu corazón con piel de roca?
No.
Tú, eres palpitar de roca:
roca corazón.
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Por Siri Hustvedt
Cuanto más leo, más cambio. Cuanto más variada es mi lectura, más capaz soy de percibir el mundo desde miles de perspectivas distintas. En mí habitan las voces de otros, muchos de ellos muertos hace ya mucho tiempo. Los muertos hablan, gritan, susurran, se expresan a través de la música de su poesía y de su prosa. Leer es una forma creativa de escuchar que modifica al lector. Los libros se recuerdan conscientemente a través de imágenes y palabras, pero también están presentes en los espacios extraños y cambiantes de nuestro inconsciente. Otros que, por lo que sea, no tienen fuerza de cambiarnos la vida, suelen olvidarse por completo. Sin embargo, los que permanecen, pasan a formar parte de nosotros, parte de ese misterioso mecanismo de la mente humana capaz de convertir los pequeños símbolos escritos sobre una página en una vívida realidad.
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Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la Tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la Tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.
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Tú nunca entenderás lo que te quiero,
porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.
Norma que agita igual carne y lucero,
traspasa ya mi pecho dolorido
y las turbias palabras han mordido
las alas de tu espíritu severo.
Grupo de gente salta en los jardines
esperando tu cuerpo y mi agonía
en caballos de luz y verdes crines.
Pero sigue durmiendo, vida mía.
¡Oye mi sangre rota en los violines!
¡Mira que nos acechan todavía!
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