Por Lucina Bravo

 

Te busco en el amanecer, en la noche, en el silencio.
Te busco en el polvo, en el agua, en el viento.
Te busco en el parque, en una cola, en el silencio.
Te busco en la algarabía de los niños, en un libro, en un verso.
Te busco en mis pasos, en la luna, en el metro.
Te busco en mi habitación, en mis rutinas, en mi lecho.
Te busco en esta dimensión y no te encuentro.
Te busco en todo mi mundo y me entristezco,
porque te busco como loca y no te encuentro.

 

 

Por Lucio Pérez 

 

            ..el cocuyo al verlo triste
            de luz le viste el umbral,
            juntos esperan que el cielo
            mañana vuelva a brillar.
               
                Olga Lidia Martínez


Visten de timidez lo desconocido
sus sueños son ríos
que suben y se rompen
en nubes de aguaceros.
Ellos no saben las noches
que le faltan al tiempo,
sus soles son eternos
y hablan de cocuyos,
de mariposas que embarran de luz los caminos.
Hay tanto que aprender
para que el fruto no adelante a la floresta.
Aprender de sus silencios

Por Olga L. Robaina

 

¿Acaso puede la aurora
enamorarse del cielo?
Quizás... si de tanto anhelo
se le va rompiendo el alma.

Quizás... ansíe la calma.
Quizás... suspire un desvelo.
Quizás... hasta envidie el vuelo
de la lluvia cuando canta.

 

 

Por Mailin Castro

 

La esposa del poeta marca
la primera fila.
Lugar doloroso desde donde
observa cada parto de luz.
Entiende además de las
mutilaciones del feto
y sabe de que están hechos.
La esposa del poeta sabe
atravesar realidades
y saborear las tristezas.
Su aroma dulce y su sabor amargo.
Lleva todo el peso de la escritura.
Maneras sutiles de morir y de parir hijos
imperfectos.
Sabe cómo suicidarlos antes del nacimiento
y salvarlos cuando son necesarios
Nacidos de esternón.

Por Ana Lisandra López

 

y me deje en un movimiento ordinario en la esquina de la cama
soltando palabras sin coherencia
con el cántico del ruiseñor
ahora que tengo un falo inexistente y entra mordaz
por su cueva de ángel.
Mientras la atravieso
me aferro a su boca
dice algo que no entiendo
o no quiero entender
ella tiene la culpa
por enseñarme que la crueldad tiene su lado rosa
sabor a manzana verde
olor a selva mojada.
Puede ser que un día me ataquen las dos
ella más que la culpa
un ángel puede perder sus alas
volverse perverso.
La culpa dejará de ser
cuando esté en la esquina de mi cama

Por Ana L. López

 

Una mujer que es una fierecilla
hasta que la tocas con la punta de la lengua
hablar o lamer
escojo por donde menos me conozca.
Me otorgaron el placer de aniquilar mujeres
una mujer que es dulce como la miel hasta que te vuelves mar
mojar su orilla o arrastrarla hasta el fondo
elijo mojarle la punta de sus senos.
Una tocó mi puerta
era de esas difíciles de matar
de las que no se domestica
de las que hablan con los ojos
ojos negrísimos como el océano en la noche
una abeja reina con su lanza dispuesta a morir
la miré y mis piernas se aflojaron
en el cuello del abrigo traía huellas de nieve y alpiste
en los bajos del abrigo restos de barro y flor
pero sus botas limpias mostraban su paso
entonces figuró una sonrisa

Por Gastón Baquero

 

Emilio convalece, la barba se le viste
de una grama sutil, una fina corteza
que es un musgo terrestre, y un signo de lo triste
dejados al marcharse remota la pureza.

Ya comienza a inquietarse por todo lo que existe
detrás de los murmullos de su hogar fortaleza.
Ya le importa la fiebre deslumbrante que insiste
en decorar su sangre e incendiar su cabeza.

Yo he visto en su escalera una sombra partiendo.
Algo pide que salga, que salga y que ría
porque viene el Otoño, viene construyendo

con sus aires serenos, con su grave alegría,
un reino que consiste en irnos descubriendo
el rostro de la nieve lejano todavía.

Por Rosa A. Cohalla

 

Se ha desgranado en mi boca sonatina de cristal
y al arpegio de mi risa se ha formado un madrigal.
Se ha ocultado en el ocaso la pena que me hostigaba,
ahora nace en el poniente el amor que yo soñaba.
Ya se fueron mis tristezas en un negro funeral,
ahora se viste de blanco anhelante mi ideal.
He sepultado muy hondo, mi nostalgia, mi penar
porque de un beso han florecido, nuevas ansias de soñar.

 

No me hables de amor

No me hables de amor si no lo sientes
o si cobarde ante el destino temes
que el amor es escudo que hace fuerte
para vencer las locas tentaciones.
El amor es la savia que fecunda,
es la vida que en vida se convierte
es como el sol que todo lo ilumina
para brillar más allá en la muerte.

Por Virgilio Piñera 

 

Aunque estoy a punto de renacer,
no lo proclamaré a los cuatro vientos
ni me sentiré un elegido:
sólo me tocó en suerte,
y lo acepto porque no está en mi mano
negarme, y sería por otra parte una descortesía
que un hombre distinguido jamás haría.
Se me ha anunciado que mañana,
a las siete y seis minutos de la tarde,
me convertiré en una isla,
isla como suelen ser las islas.
Mis piernas se irán haciendo tierra y mar,
y poco a poco, igual que un andante chopiniano,
empezarán a salirme árboles en los brazos,
rosas en los ojos y arena en el pecho.
En la boca las palabras morirán
para que el viento a su deseo pueda ulular.
Después, tendido como suelen hacer las islas,
miraré fijamente al horizonte,
veré salir el sol, la luna,
y lejos ya de la inquietud,
diré muy bajito:
¿así que era verdad?

Por Rosa A. Cohalla

 

Como el cóndor que vuela y llega al cielo
así en esfuerzo tesonero altivo
llevo al papel mis ansias y mi anhelo
y con la péñola del alma escribo.

Subiendo paso a paso esta  pendiente
y borrando las neblinas de mi ira
como el que nada sabe… nada siente
de ese mundo exterior que nos rodea.

Y cual planta perenne marchitada
por un sol de primavera que flamea,
muevo la barca de esta vida airada
con la enorme palanca de la idea.

Es inmenso el placer que experimento
cuando encuentro un amigo en mi jornada;
el mundo es un calvario, es un tormento
sin la dulce amistad es nada.