Por Hansrruel Aldana (El Poeta de Junio)
Qué manera de romperme
por la luz, por la mitad,
por la huella, por la edad,
por la suerte de moverme.
Yo tengo un ángel que duerme,
sin forma, sin primavera.
Tengo un ángel, aunque muera,
ya me está sanando adentro.
Si se va, ¿dónde lo encuentro?
¿En qué luz? ¿De qué manera?
Tengo un ángel por hacer,
que antes de ser, ya se va.
¡Deténganlo! ¿Quién podrá
enseñarme a amanecer
si en sus alas el poder
de no estar muerto, es un frío
que se quiebra como el río,
que se esconde, que se marcha?
¿Quién podrá romper la escarcha
de ausencia, que en el vacío
ronco de mi voz se siembra?
¿Quién podrá ponerle rostro
al ángel, si yo me postro
ante la nada que nembra
mi soledad? ¿Quién desmiembra
a la oscuridad que pasa
por mis ojos, y me abrasa
como un cuchillo de fuego?
¿Quién puede escuchar mi ruego?
Tengo un ángel y una casa,
que se han comenzado a hundir
en lo más duro del llanto.
Tengo un ángel, tengo un canto,
tengo un sueño por zurcir.
Tengo un roto porvenir
gritándome su llegada,
una muerte anticipada
que presume su abolengo.
Tengo un ángel, no lo tengo,
entonces no tengo nada.
Escúchame ángel, escucha
mi ruego, mi desvarío,
no te rompas, que el hastío
es como un cáncer que lucha
por romperme. Siento mucha
soledad en tu mirada.
¡Qué neblina acumulada
me acecha, mientras murmuro:
un grito contra el futuro,
una ausencia, una emboscada!
Mitad ángel, mitad ruido.
Tus pasos me duelen quietos.
Busco en ti los amuletos
para salvarme del nido
venenoso y corrompido
que me ha cegado la suerte.
La obsesión de retenerte
fluye como un sueño sacro;
es un grito, un simulacro,
un manantial, una muerte,
una lluvia de colores,
una sombra repartida,
un beso, una despedida,
una huella hecha de flores.
Ángel primero, no llores
ante el voraz feticidio.
Esta mano de rubidio
sangrará constantemente.
Morir será diferente
después que acabe el susidio.