Por Elizabeth Álvarez

 

Sí que era grande aquella gigantesca sombra, unas veces verde intenso, gris otras, azulada en ocasiones y de noche tan negra.
     Se le había vuelto una obsesión; ni tan siquiera sabía como llamarla.
     Levantó una ola enorme, hizo un rizo encrespado y se puso una mano de espuma encima de sus azules ojos para mirar muy lejos. “¿Qué le atraía de aquella dama descomunal? ¿Qué guardaba en su seno?”
     Por su parte la montaña escudriñaba aquella inmensidad azul que le hacía vibrar todos los árboles del monte, y con voz atronadora preguntó:
     -¿Qué es?… -y tembló el monte.
     Un pájaro asustado gritó:
     -Es el mar, Señora Montaña. No tiemble de es forma que nos matará.
     -Es que brilla, se mueve como si quisiera llegar a mí, y luego se retira.
     El mar rugía:
     -¡La amo!...
     Su voz era tan distante que ella no lo escuchaba.
     Las aves se asustaron mucho más y clamaron:
     -Señora, deje de moverse o todos moriremos.
     Los leñadores y campesinos sintieron pánico; debía ser terremoto y se marcharon.

     -La montaña tiembla, vibra…
     Corría de boca en boca, se alarmaron los pueblos cercanos. Mientas ella hablaba con gritos de madera.
     -¿Qué haré?...
     El río sintió espanto al ver caía tantos palos y tierra en  su corriente.
     -Señora Montaña, soy el río él es el Mar y  todos nosotros vamos a él pero no podemos regresar, nos diluimos en él, es saldo y su azul varía con su estado de ánimo, cuando se enfurece sube tanto que quizás puedas verlo de cerca.
     Puedo enviar a un pez; pero no sería nada fácil para él es difícil el regreso, no es nada fácil nadar río arriba. Un pájaro de alas fuertes podría llevarle su mensaje.
     Para ese momento ella no oía consejos y volvía a gritar:
     -Pez de agua dulce, dile que le amo, si, tráeme noticias.
     El pez salió, él también que aquella situación terminara, salió en busca de una buena reseña.
     Un pájaro voló y al tiempo regresó con noticias:
     -El mar es hermoso Doña, gime y ruge cada día por usted; y de noche cuando sube la marea se arrastra por la tierra tratando de alcanzarla, ha llegado cerca pero no hasta usted.
     Los cangrejos se asustan, las estrellas y algas protestan porque se quedan prendidas en los árboles.
     Hubo un receso de temblor y cuando ya ni recordaban al pez, este tornó jadeante como un perro que ha corrido mucho.
     -Retorné Señora Montaña, el mar hierve en el fondo, está deseoso de conocerla, los corales que alberga en el fondo son maravillas, como una pintura multicolor, ellos y los otros pobladores del fondo marino hacen música para usted.
     La Montaña, femenina al fin, exhaló un suspiro que hizo volar a todas las aves y a miles de hojas.
     Pasó el tiempo como las nubes corren por el cielo y apareció octubre con sus ciclones; una mañana se vio un mar negro intenso, como mancha de petróleo, luego embravecido y
furioso como rugidos de cien mil leones hambrientos y olas tan altas como la misma montaña.
     Los árboles crujían, los animales se refugiaron en cuevas de la Doña, los pájaros se fueron a un lugar distante y más seguro donde los vientos no los castigaran con la furia que traía.