Por Belkis Lisabel Fernández Ledea

 

En la escuela se alzó un remolino de polvo y hojas. Empezó finito, después engordó como una ballena. Lo asombroso fue que se llevó a los futbolistas del terreno, muy cerca de mi aula. A los pocos días dieron la noticia de que habían llegado a Brasil. Allí, dicen, recogió a otros jugadores y organizó un evento internacional. Vimos en la televisión al remolino, en una inmensa grada solo para él, hacer la ola cada vez que un jugador de de Brasil o Cuba metía un gol. También observamos cómo los aficionados de las otras gradas tenían que sujetarse fuerte de sus asientos para no caer dentro del torbellino bailador de zamba, según los periodistas. Eran tantos los goles de ambos equipos, que el remolino tiraba al cielo serpentinas, papeles de colores y fuegos artificiales. Al final quedaron empatados y los premios fueron muchos caramelos. Al otro día los futbolistas estaban en el terreno al lado de mi aula, como si nunca hubieran salido volando. No sé si fue realidad o sueño. Lo cierto es que si algún viento se levanta cerca de mí, corro a buscar refugio, porque no me gusta el fútbol y los caramelos… producen caries.

 

Con este cuento la autora obtuvo Premio en el Encuentro-Debate Nacional de Talleres Literarios Infantiles, en la categoría de Enseñanza Primaria. (Ciego de Ávila, septiembre de 2018). (N. del E.).