Por Olga L. Martínez
La triste soledad de tu mirada
ve caer una flor en tus arrugas,
y se me va el color, y te me fugas
por la grieta del día, acorralada.
 Mas… se me vuelve la distancia espada
 cuando no hay mariposas, solo orugas.
 Entre tanto, tus lágrimas enjugas,
 y esperas el milagro de algún hada.
 
 ¿No escuchas, madre, cómo canta el río?
 ¿Cómo las aves trinan con más brío
 y la orquídea del patio reverdece?
 
 A tus recuerdos, madre, dales alas,
 regálate la infancia. Pon bengalas,
 y verás que el dolor desaparece.
 
											 
   
  
 
						













