Madre vive en el cuento de todos los días.
 No es el cuento chino de las rosas
 ni el de las margaritas japonesas.
 Madre dice de los periódicos
 utilizados como envolturas
 y vendidos por temporadas en su pueblo
 que cuelga de un barranco,
 periódicos de la década
 o de las prodigiosas décadas
 que hablan solo de un pasado inmortal.
 
 Madre vive atrofiada
 por el cuento de las colas
 como culebras por las aceras
 huyendo al irreverente sol de su archipiélago
 a la espera de un premio por subsistir
 con un café circunstancial
 impuro.
 
 Madre no duerme.
 Teme de las noches y al mañana
 de un cuento indecoroso
 del cuento real que hubo una vez.
 
											 
   
  
 
						













