Por José Martí
Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
 —Flor de mi seno, Homagno generoso
 De mí y de la Creación suma y reflejo,
 Pez que en ave y corcel y hombre se torna,
 Mira estas dos, que con dolor te brindo,
 Insignias de la vida: ve y escoge.
 Este, es un yugo: quien lo acepta, goza.
 Hace de manso buey, y como presta
 Servicio a los señores, duerme en paja
 Caliente, y tiene rica y ancha avena.
 Esta, oh misterio que de mí naciste
 Cual la cumbre nació de la montaña,
 Esta, que alumbra y mata, es una estrella.
 Como que riega luz, los pecadores
 Huyen de quien la lleva, y en la vida,
 Cual un monstruo de crímenes cargado,
 Todo el que lleva luz, se queda solo.
Pero el hombre que al buey sin pena imita,
 Buey vuelve a ser, y en apagado bruto
 La escala universal de nuevo empieza.
 El que la estrella sin temor se ciñe,
 Como que crea, crece!
 Cuando al mundo
 De su copa el licor vació ya el vivo:
 Cuando, para manjar de la sangrienta
 Fiesta humana, sacó contento y grave
 Su propio corazón: cuando a los vientos
 De Norte y Sur virtió su voz sagrada,—
 La estrella como un manto, en luz lo envuelve,
 Se enciende, como a fiesta, el aire claro,
 Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
 Se oye que un paso más sube en la sombra!
 —Dame el yugo, oh mi madre, de manera
 Que puesto en él de pie, luzca en mi frente
 Mejor la estrella que ilumina y mata.
 
											 
   
  
 
						













