Por Silvia C. Valdés
Ayer me besó la luna
y su beso me inspiraba.
Sentí que me trastornaba
el estremecer de una
demencia. Y en la fortuna,
fibrosis de la pasión,
cuando tembló la razón
bajo la piel que adivino
en aquel fuego divino
se detuvo el corazón.
Se detuvo el corazón
al éxtasis de su abrazo.
Me acurruco en su regazo
a saborear la ocasión.
Y a disfrutar la versión
del deseo que dilata
en el clímax que arrebata
por la lujuria y el vino,
abre fuego al desatino
y en su locura me mata.