Por Nelson Machín

“Caruso” es una canción compuesta en 1986 por el cantautor italiano Lucio Dalla, dedicada al tenor —también— italiano, Enrico Caruso. Intenta Lucio narrar cómo pudo ser la última noche feliz del gran tenor quien una vida complicada tuvo. Canta Lucio al dolor y las ansias del cantante que, esperando la muerte, mira a los ojos de la muchacha que amaba.

Según Lucio Dallas, él, el compositor de esta canción, hizo escala con su barco en el golfo de Sorrento. Decidió alojarse en el hotel donde Caruso había pasado sus últimos dos meses.

Queriendo conocer sobre la estancia de Caruso allí, tuvo la suerte de escucharla de los propietarios del hotel, ya que aquella historia venía desde los familiares que en años anteriores dirigieron el hotel.

Lucio Dalla quiso pasar la noche en la habitación donde Caruso pasó sus últimos días y donde quedó su última historia de amor, que Lucio eterniza en esta canción. Los dueños del hotel le comentaron del desgarrador amor sentido por Caruso por una joven a quien impartía lecciones de canto. Aquellas palabras le llevaron a imaginar cómo pudo ser aquella última actuación de aquel hombre que tenía una voz tan potente que, se dice, podía romper una copa con su voz. Este don se corrobora cuando, al visitar Cuba un año antes de morir, al actuar en el teatro “La Caridad”, de Santa Clara, al ver que este se había llenado y que mucha gente no había podido entrar, el gran tenor dijo: «Abran las puertas, que voy a cantar para todos». Y se dice en la zona que en el parque le escuchaban.

También en el bar del hotel a Dalla le contaron más sobre la historia, porque Caruso, con cáncer en la garganta, para poder verla, no dejaba de dar clases a la joven.

Una noche, como el gallo que decide echar fuera su última patada a la vida y su canto, ante los ojos de la joven que, repletos de admiración le contemplaban, llamó a varios empleados del hotel para que le llevaran el piano hacia la terraza que daba al puerto. Allí se desgarró cantando una infructuosa declaración de amor que quedaría como su último concierto y porque ya la muerte se lo llevaba; pero que viviría en los recuerdos de aquel lugar y que para siempre quedaría en la letra y música de Lucio Dalla, gracias a quien (tantos entre los que no me descuento, y de los que me desconté hace 20 años cuando escuché esta canción en la voz de la hija de un amigo a quien regalé un par de letras), tanta gente ha podido saber quién fue Caruso.  

Entre los libros, fotos de Caruso y el piano… el compositor sacó esta canción que es tan linda, que hasta da tristeza cuando uno sabe que se va "terminando".

La voz de Caruso era tan potente que los pescadores —quienes sabían que allí se estaba despidiendo de la vida— remaron para acercarse y así escucharle mejor. Los faroles de los botes parecían estrellas en el mar. Caruso recuperaba su voz mirando a los ojos de la muchacha que le miraba con los codos sobre el piano y con su cara entre sus manos.

Dos días después, el 2 de agosto de 1921, moría el hombre que fue inspirado por la muchacha y que inspiró al compositor que en su canción narra el drama de aquella noche.

Los pescadores, alumbrados por faroles y estrellas, de pie sobre sus botes que, mecidos por la fuerte brisa bailaban sobre el mar, fueron su último público (en esta vida donde nadie sabe hacia dónde va mientras no llega), la terraza su último escenario, y también, de aquellos hombres que le escucharon, tendría el último aplauso de su vida.

Allí tuvo el cruce de sus últimas miradas con aquella joven que no deseaba que terminara la canción, como seguramente él tampoco, pero hay cosas que carecen de remedio, máxime cuando todo lo que nace muere, aun cuando, a veces, hay cosas que por falta de valor —y no es contradicción— pasan muertas a vivir en el olvido por no pertenecer a los amores que viven más allá de la muerte, de esa “que tan segura de su victoria nos da toda una vida de ventaja”, y que es consecuencia de haber nacido, aun cuando la vida, por dura que sea, es como una canción de ternura o de locura, que aquellos que de amor saben, no quieren que termine, incluso cuando, como la vida misma, toda canción acaba, aunque una canción, como un poema nuevo, puedan tener si sigue vivo el mismo remitente, y otr@ destinatari@.

Escuchen a Dalla con Pavarotti y verán que es triste la canción y que termine, sobre todo, para quien extrañe a un amor porque lo perdiera, o que por cobarde solo puede extrañarlo… y más si sabe que aún en un rincón del mundo, alguien cansado de esperar, busca las formas para, sin esperar, tratar de no cambiar la mirada para seguir esperando; aunque sea sorprendido como el mismo Caruso, que aquella noche, emocionado, no esperaba ser visitado por la potencia de su voz en su garganta rota, pero... aquel milagro lo hizo el amor, que es más puro y potente cuando se siente, que cuando uno cree que lo hace sin saber hacerlo o por hacerlo con alguien que jamás debió conocer en esta vida, que deja de ser linda, tanto, cuando el amor se va, como cuando el amor no está por permanecer junto a una compañía que por nefasta, no se puede comparar con la dulce compañera llamada soledad.