Por Nicolás Águila



Más de una cubana se decía la inspiradora de Nosotros, el famoso bolero de Pedro Junco. Yo mismo conocí, ya fuera de Cuba, a una señora que aseguraba haber sido la musa de Tito (así le llamaban los amigos al malogrado compositor fallecido a los 23 años). Sin embargo, lo que cuentan los más cercanos al compositor es que se trataba de una grácil muchacha natural de San Juan y Martínez, de quien Junco se enamoró y luego se apartó de manera altruista (“Nosotros, que nos queremos tanto / debemos separarnos, / no me preguntes más... / No es falta de cariño, / te quiero con el alma, / te juro que te adoro / y en nombre de este amor / y por tu bien te digo adiós”.). No quería contagiarla con la tuberculosis pulmonar que había contraído, una enfermedad infecto-contagiosa que resultaba difícilmente curable antes de la era de los antibióticos. El emblemático tema, que ha sido interpretado por Plácido Domingo, entre otros cantantes de fama, fue como una carta de despedida enviada a la joven pinareña cuyo nombre nunca se ha llegado a revelar, quizás para no invadir la privacidad de su anonimato, pero añadiendo morbo al misterio. Mi mamá se conmovía oyendo la canción, no tanto por la letra triste como por la dolorosa historia que encerraba. Nosotros fue estrenada dos meses antes de morir el autor en la clínica habanera de la Quinta Covadonga en abril de 1943. Por lo que parece y hasta donde sé, en los últimos tiempos no ha aparecido ninguna otra musa inspiradora de Nosotros. Lógico, porque eso equivaldría a declararse más vieja que la portada de La Josefa. 

 

 

Por Orlando V. Pérez

 

Descarnadamente feliz,
desgarradamente alegre,
desvirgadamente armado
de futuro,
               de impaciencia.
Inestablemente seguro,
              por un camino
de quebrados puentes.

Y al correr las cortinas
oír gritar a Pierrot:

“¡En mi propia patria
un paria soy,
para siempre mía nunca más!”

 

Visionario

“Yo he visto al águila herida
volar al azul sereno”.
Yo he visto todo lo bueno
y lo malo de la vida.
Yo he visto la gris partida

Por Pedro L. Morales

 

                Yo quiero morir aquí
                bajo el azul de mi cielo
                contemplando el raudo vuelo
                del inquieto colibrí.


                       Luis Gómez


Cumanayagua, hay raíces
de Luis Gómez, el Pichón,
vivas en la población,
junto a recuerdos felices.
Aquí nació, y sus matices
fueron de estirpe mambí.
Amó con tal frenesí
a esta tierra, que el poeta
expresó en una cuarteta:
Yo quiero morir aquí.

Por Julio García

 

Luz de mis ojos divina,
llegaste un dos en mi nombre
para hacer feliz a este hombre
y endulzarle la retina.
Mi alma crece y germina
cada día con tu ser,
cuando cada amanecer
me despiertas con un beso
y quedo por siempre preso
de tanto amor y placer.

Tu bastón yo quiero ser
en tu paso por la vida
y cerrarte cada herida
desde niña hasta mujer.
Siempre te he de proteger
hasta aliviar tu dolor,
mi gema, mi bella flor,
mi pedacito de cielo,
paloma de blanco vuelo
y la fuente de mi amor.

 

 

Por Nicolás Águila

  

La radionovela “El derecho de nacer”, de Félix B. Caignet, era radiada en horario nocturno y paralizaba a toda Cuba allá por 1948.  Siempre fuimos un pueblo novelero, qué le vamos a hacer, amante del lloriqueo y la sensiblería. A tal punto que las iglesias se vieron en la necesidad de modificar sus horarios para que los feligreses acudieran al rosario por la noche. Asimismo, los cines interrumpían, por falta de público, la proyección de las películas durante la transmisión de “El derecho de nacer”. Incluso, en ocasiones, se llegaron a suspender sesiones vespertinas en el Congreso de la República. Fue el gran triunfo de Caignet y el nacimiento y apoteosis de la novela radial, precursora de la telenovela, cuya creación se debe a la prolífica escritora Delia Fiallo, con razón considerada Madre de la Telenovela Latinoamericana.


Por Xiomara Rodríguez

 

               Yo quiero morir aquí
               bajo el azul de mi cielo
               contemplando el raudo vuelo
               del inquieto Colibrí.

                         Luis Gómez Martínez

Es mi pueblo de agua pura
y bendecido paisaje
con un nicho hecho de encaje
pintado por la natura.
Es mi casa, la ventura
donde rebelde nací.
Luis salió también de allí,
salpicado por dos ríos.
Por eso, porque son míos,
yo quiero morir aquí.

Por Nicolás Águila

 

La juventud es apenas un trámite. Una enfermedad que se cura con el tiempo, como bien se ha dicho. De modo que a este desengañado de bares y cantinas también se le pasó su cuarto de hora, cayendo de un bolerazo en la crisis de la mediana edad. Un vendaval sin rumbo me había dejado en las tinieblas de la noche y sin ninguna orientación, como un Tejedor de lobregueces. Tenía con qué y dónde, pero no tenía con quién. Y salí a la calle, una tarde temprano, dispuesto a tomar La Habana por asalto. Total que vine a terminar la noche a solas con mi añejo doble en un rincón de la cantina, al estilo Jalisco, oyendo al solista que animaba la penumbra del bar Las Cañitas con su voz de gallo ronco. “A mí me pasa lo mismo que a usted… Nadie me espera, lo mismo que a usted”, me disparó a mansalva. Y me rodó un lagrimón en tiempo de bolero. 

Por Pepe Sánchez

 

Mis pulmones respiran apuñaleados
vía télex pero respiran
respiran y derriban becerros de oro

cuando me llegaba el aire claro
henchía los días cual camisa arrugada

en tierra de todos crecerá mi hambre
no puedo mentir ni arrojar monedas
frente al madero visible del tiempo
La penumbra apuñala esta hora
oculta sus discursos en las manchas del aire

mis pulmones no saben respirar vía télex
la televisión entrevista a un extranjero
que canta muy bien
vía télex no hay manchas en el color
yo frío un corazón
poco importa que falten algunas especies

Por Nélida Puerto


      Yo quiero morir aquí
      bajo el azul de mi cielo
      contemplando el raudo vuelo
      del inquieto Colibrí.

            Luis Gómez Martínez

El cemento se detuvo
para que mi luz dispare
el verso; cuando le pare
un ocaso que no tuvo
la tinta, buscando estuvo
entre dorado y rubí.
He de bordar sobre mí
plegarias de la serpiente.
Porque tu nombre es presente
yo quiero morir aquí.

Por Pepe Sánchez

 

Clasificado mi verso sus dientes
les limpio del poder la última mordida
clasificada entre nostalgias la rabia
la nostalgia es una puta desclasificada
yo le entro desnudo clasifico su sexo
le muerdo donde más le sabe a entierro

clasificado mi desayuno el postrer quejido
mi diurna manía de elegir los precipicios

desclasifico entre los clasificados
a silbar orgasmos visiones de la cárcel
fuera de ley clasificado moribundo
romántico hiriente bien clasificado

pero humano vivo y
sin nada confuso en mi aliento

 

Tomado de Caballos sobre el césped. Literaria Editores, México, 2004. (N. del E.).