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Por Mariam Aguilar
Este es el cuento de la niña Infanta Mariana que tenía un amigo que se llamaba Mario Anastasio Memocubobo, hijo de un tal Mario Anastasio Memo y de una tal María Anastasia Cubobo, de la ciudad de Delosbobos, en la provincia de Tontilandia. Un día ese amigo se acercó a un lago donde había una culebra muy grande y la quiso matar con un palo, pero en eso llegó la niña Infanta Mariana y le dijo: “No la mates, pobrecita”, y el niño le respondió: “Sí, porque es muy fea”, y la niña le respondió: “Si a ti no te han matado por feo ni por tener unos nombrecitos tan raros, deja entonces que los demás vivan”. Arrepentido, el niño botó el palo y se abrazó a su amiga llorando.
Tomado del libro inédito Acuacuenta (N. del E.).
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Por Susej Niebla Santos
Dentro de una caracola
los misterios se resguardan
entre latidos azules
de un capitán de hojalata.
“Mi tesoro es para ti”,
dice una pequeña carta
que arrastrada por las olas
hasta la arena llegaba.
El amor vivió en el mar
durante siglos de barcas
donde todos los silencios
se convierten en guitarra.
Dentro de una caracola
el amor hizo su casa
entre las letras borrosas
de un capitán de hojalata.
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Soy el jubo de un matojo
que se enrosca en un corojo
y, a rastras por un balcón,
le saco un susto al gorrión.
Con mi cuerpo en mil reptadas
yo me río a carcajadas.
Con este texto la autora obtuvo Mención en el Encuentro-Debate Provincial de Talleres Literarios, Cienfuegos, Cuba, 2024. (N. del E.).
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La Jutía Julia
se fue de rumbera
con traje de monte,
botones de fresa
y un gran girasol
lleva en la cabeza.
El sinsonte entona,
zumban las colmenas,
el zunzún aplaude
a ritmo de orquesta.
La Jutía Julia
mueve sus caderas
en su cadenciosa
y montuna fiesta.
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Por Iraldo Ramírez
A Eliseo Diego: maestro
Pues alguien anda afuera. Aconteció a la hora de irnos a la cama. Miguelito y yo nos encontramos en el cuarto listos para dormir cuando sentimos que alguien caminaba en el jardín.
—¿Quién anda ahí? —pregunté.
—Quizás sea la brisa —dijo Migue.
—No lo creo —respondí apenado por llevar la contraria.
—¡Las amigas luciérnagas! —exclamó él.
—Ellas ya duermen —afirme y añadí: —Además no hacen tanto ruido.
Decididos llegamos hasta la ventana ¿Y cuál fue nuestra sorpresa? Cada cosa estaba en su lugar, en silencio. La luna como reina de la noche se pavoneaba haciéndose acompañar de cientos de miles de estrellas, quienes al vernos nos hicieron un guiño. Entonces, tomando la iniciativa. me adelanté para hablar.
—Migue, por rápido que miramos si era alguien, ya no está.
Regresamos al cuarto.
Y pasados unos minutos, sentimos unos pasos con urgencia que se acercaban al cuarto. Me ericé desde las orejas hasta la cola. ¡Ustedes bien saben! Un gato con miedo siempre se eriza. ¡Un fantasma!, pensé. En ese instante Miguelito abrió un ojo y al verme hecho un manojo de nervio me dijo.
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Por Juana María Fuentes Fuentes
Salta, salta, saltarina.
Salta, salta sin parar.
Salta suave, paso lento.
Salta fuerte por azar.
Salta saltos como sea,
porque sí sabe saltar.
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Por Orlando V. Pérez
Ponles más vista a los ojos
y descubre la pereza.
No dejes que la mentira
a tu nariz se parezca.
Mantén al gato y la zorra
bien lejos de la cosecha.
No des patadas al libro,
que el rebuzno se te cuela.
A don Grillo nunca lances
el martillo a la cabeza.
Ve en el Hada de este cuento
a la madre verdadera,
y en el hombre que me hizo
quien a ser bueno te enseña.
Búscate en el corazón
el muñeco de madera.
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Por Eliseo F. Abreu
Papá es un héroe, por eso le dieron un viaje a la luna. Mamá lo anuncia con una sonrisa, pero yo la conozco y sus ojos dicen que estuvo llorando. Como cuando estuve a punto de caer de la escalera sobre los vidrios.
—¿Qué diría tu padre si te encuentra herido? —dice muy seria—: ¿Qué le digo...? —me mira con ojos cariñosos e inmensamente azules. Pone su dedo en mi nariz para que preste atención—: Por favor, ya tengo un hombre en la guerra. No quiero perder a otro…
Entonces recuerdo las botellas rotas, que había usado el tirapiedras como papá me había enseñado. Iba a estar muy orgulloso cuando se lo contara. Ya tengo diez años, cuando empiece el curso podré ir a la escuela de cadetes y ponerme mi uniforme nuevo. Seré un héroe y viajaré a la luna y me divertiré de lo lindo.
Le guardé muchas frutas a papá estas vacaciones, para cuando venga de permiso, las he tenido que ir cambiando porque se pudren y no llega, hoy llevaré la que más le gusta. He pensado en un modo para dársela en la ceremonia. Un soldado siempre tiene un plan, y siempre sabe qué hacer; me diría con su voz ronca y firme.
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Por Amalia Pérez Hernández
El sol reclama mis palabras,
en el horno
quedan las membranas
castigadas sin permiso
por la risa del mundo
que cabalga como un hechizo
sobre el alma de testigos
marcados
como sombras infieles
desde el tiempo sin retorno.
Con este poema la autora obtuvo Premio en el Encuentro-Debate Provincial de Niños Escritores, Cienfuegos, Cuba, mayo de 2024. (N. del E.).
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Por María F. Jorge
Tiene cara de princesa
y zapatillas muy nuevas.
Con sus aretes dorados
es de mi madre un regalo.
De trapo es su corazón,
pero yo le doy amor.
Siempre ilumina mis sueños
como si fuera una estrella.
Sus cabellos de canela
siempre me dan rosquillita,
y son sus ojos azules
un cielo de nubes bellas.
Más que una linda muñeca,
tengo yo una compañera.
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