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Su vida comenzó en un huevo, las hormigas obreras la alimentaron y cuidaron de ella mientras fue una larva, hasta que creció lo suficiente.
—De ahora en adelante tendrás que valerte por ti sola —le dijeron.
—¿Y si me caigo? —preguntó Marabunta con más dudas que patas.
—Te levantas. Ya eres una hormiga fuerte.
Tras la expansión de las plantas con flores por el mundo, supo de la llegada de sus antepasados a la colonia, de ellos aprendió que para ser una hormiga mayor debía estudiar.
—¿Por qué no te conformas con ser una hormiga media o una hormiga menor? —le aconsejaron.
Marabunta, que siempre hizo lo que debía, desobedeció por un bien.
Puso tanto empeño en los estudios que se graduó de Obrera Calificada con Título de Oro, obtuvo notas brillantes en Historia Antigua y Moderna de las Hormigas, Construcción de Hormigueros y Preparación para la Defensa de las Hormigas. Hormiga tutora la felicitó.
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Por Mariam Aguilar
Había una vez un ratón que se llamaba Yéremi y un gato que se llamaba Lázaro. Ellos siempre se peleaban. Un día quisieron jugar a los piratas, pero como no encontraban nada con qué jugar, la mamá de uno de ellos les prestó un cofre con galleticas dentro. Desde entonces, les dio por jugar todos los días a los piratas que buscaban un cofre escondido, hasta que crecieron y se volvieron adultos. Entonces, les prestaron a sus hijos aquel cofre mágico.
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Sapito Sapón
tuvieron un barco,
su mar siempre fue
un revuelto charco.
Y miedo tenía
hormiga viajera,
río abajo va
cantando a capella.
Y los tres pichones
fueron marineros,
el nido de paja
era su viajero.
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Por Hilda A. Mas
Cuando por primera vez llegué a ese lugar, mi corazón sintió la magia que de él salía como un embrujo.
Todo comenzó cuando los primeros rayos del sol aparecieron, esparciendo su esplendor sobre el verde de cada rama rociada por el amanecer. El arroyo invitaba a beber de sus aguas.
En las raíces viejas de almacigo vivían dos güijes que tenían un collar de caracoles, los que, cuando salían a sus travesuras, sonaban como dulces melodías.
En ese lugar viví inolvidables recuerdos. Allí escuché el canto de los pájaros, la melodía del viento…
Siento con alegría en mi corazón el llanto de mis hijos como dulce canción que llena el alma. Los atardeceres, cuando el sol comienza a declinar sobre el lomerío, los cedros, álamos, ceibas… perfuman todo el ambiente y dan paz y tranquilidad al hermoso valle.
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Por Hilda A. Mas
De ser siempre un hada quedó entre el macizo montañoso del Guamuhaya; unas veces, viene de colibrí; otras, de paloma; otras, de tórtola, o de ceiba o de palma coralillo, o simplemente es agua que corre por los arroyuelos y ríos de esos lindos campos, donde el susurro y la frescura que de ellos brotan, hacen que sus aguas corran por entre las piedras dejando una mágica melodía.
Romelia cada amanecer viaja en su papalote mágico, esparciendo como rocío el polvo de estrellas que trae en cada una de las cintas de ese papalote, esa fantasía que de niña floreció en su corazón.
Pero… este amanecer llegó muy temprano a visitar cada rincón del pueblo; su papalote venía adornado con cintas azules, blancas y rojas…
De niña, ella amó tanto al hombre de la calle Paula, que este amanecer no podía dejar de traerles a los niños un poquito de magia para hacer más bella la mañana; y allí, entre tantas risas,
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El cocuyo hace derroche
del sueño durante el día,
cargando la batería
hasta que llega la noche.
Cuando el día cierra el broche
de la claridad, montones
de cocuyos en rincones,
y en el aire se revelan
como linternas que vuelan
en distintas direcciones.
De: El silencio mira. Ediciones Centro Cairos. (N. del E.)
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Rolando Samuel Cardet Navarro
Por un denso bosque
oculto en las sombras
corría un gallito
seguido por zorras.
Se pudo esconder
entre grandes hojas
pero lo encontraron
las temibles zorras.
Quisieron comerlo
las pilluelas zorras
pero las ardillas
les tiraron bolas.
Alegre el gallito
agradece a todas,
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Por Amanda Neris Aguilera Miranda
Contemplando el cielo azul
que me brinda la mañana
se embellece de momento
con los colores del alba.
Cuando el sol resplandeciente
su clara luz nos regala
me despierto con placer
y me asomo a la ventana.
Para admirar el rocío
que por las hojas resbala
y sentir la suave brisa
que me refresca la cara.
De: Consejo Nacional de Casas de Cultura, La Habana, 2018.
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Por Laura Irene Hernández Simón
(Continuación)
Domingo 30 de noviembre
Hoy se cumplen los dos meses desde que comenzó el ejercicio. No tengo que contar nada, lo que se sabe no se pregunta. Además, las noticias de mi vida no han variado. Sigue empeorando todo, como siempre: mi abuela ya no se puede levantar de la cama, la salud la traicionó; mi mamá se ha vuelto histérica, no para de gritar por todo; mi papá se mudó con no sé quién a no sé qué parte de no sé dónde; prefiero no saber de él. David me desilusionó, como era de esperar. Era demasiado bueno para ser verdad. Parece que ya se sentía incómodo conmigo, que tanto tiempo siendo amigos, lo había acostumbrado a esa idea y…, bueno…,
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Por Maritza González
Cuando Romelia supo por sus padres que Baldomero había sido elegido como futuro esposo, no quedó un sitio en la casa que no supiera de su dolor. “Con su finca hasta las cotorras cantarán al sol —le decía la madre—. El amor viene después”.
Desesperada, Romelia fue a casa de Cipriana, que tenía el don de desenredar todas sus madejas.
—Espera que venga el amolador de tijeras; dicen que el sonido de su flauta concede hasta los más dulces deseos —le dijo Cipriana.
—O tira el nombre de ese hombre escrito en un papel de cartucho, debajo de los cascos del caballo pinto de Cuco, cuando venga con el rabo torcido a la derecha —volvió a aconsejar—; y pásate una paloma blanca por el cuerpo en nombre de San Isidro el Labrador, cuando veas el primer arco iris de mayo.
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